Atascados en la transición

El G-8 ha pedido recientemente al Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, creado para apoyar las transiciones poscomunistas a la democracia y a las economías de mercado en la Europa central y oriental, que aporte su experiencia a Egipto, pero, ¿qué enseñanzas de las que se desprenden de la experiencia de las transiciones europeas orientales son pertinentes para los países del norte de África y de Oriente Medio?

Una diferencia importante es la de que, al contrario de la Europa oriental en 1989, los países de la “primavera árabe” no tienen economías de planificación centralizada. Si bien el Estado participa en gran parte de la actividad económica y con frecuencia se impugnan los derechos de propiedad, no por ello deja de estar firmemente establecida la propiedad privada. Las subvenciones son cosa común, pero no se fijan los precios. Puede haber impedimentos al comercio internacional, pero nada parecido a lo que sucedía en la Europa oriental, que comerciaba en gran medida consigo misma y de modos artificiales y deformados.

Así, pues, en los países de la Europa oriental de hoy –y en los dos decenios de experiencias de reforma que han contribuido a lo que ahora son– es en los que debemos buscar paralelismos con el norte de África.

Pese a la crisis financiera, el progreso político y económico en la Europa central y oriental ha sido notable. Por otra parte, la mayoría de los países de la antigua Unión Soviética están como gran parte de los de norte de África y de Oriente Medio: “empantanados en el tránsito”. Algunos, como Belarús y Uzbekistán, ni siquiera han iniciado reformas en serio.

La riqueza de la experiencia de las transiciones de la Europa oriental ofrece claves valiosas sobre cómo salir del “empantanamiento en el tránsito”. Los debates emocionales sobre la “terapia de choque” frente al gradualismo han quedado substituidos por un amplio consenso, en el sentido de que, si bien necesitamos aprovechar las oportunidades políticas que se presentan, no todo se puede hacer de una vez y siempre existe la amenaza de la vuelta atrás. Resulta decisivo ordenar cuidadosamente las sucesivas reformas con miras al éxito final.

Comenzando con las reformas más visibles y populares a corto plazo, las autoridades pueden conseguir apoyo para unas reformas posteriores y más duras. Unos sectores que han sido decisivos para la reforma política y económica en la Europa central y oriental han sido las pequeñas y medianas empresas privadas y las cohortes de edad más jóvenes. El desarrollo de los sectores privados con puestos de trabajo consistentes es incluso más importante en países como Egipto, que tienen poblaciones mucho más jóvenes y en rápido crecimiento.

Al Estado corresponde un papel importante en ese proceso. Los llamamientos tempranos habidos en muchos países en pro del desmantelamiento del Estado han cedido el paso a evaluaciones más sutiles. Es necesario un Estado fuerte para que apoye los mercados nacientes, imponga el cumplimiento de la legislación y la reglamentación e invierta en una enseñanza que mejore la productividad y en la atención de salud.

Otra enseñanza es la de que no debemos preocuparnos demasiado por el cambio de mayorías políticas. En realidad, la capacidad de los votantes para derribar a los gobiernos establecidos ha demostrado ser un punto fuerte y no débil. El Gobierno polaco que lanzó las reformas iníciales de la “terapia de choque” fue substituido por una coalición con una inclinación “gradualista” y una mayor preocupación por los resultados distributivos.

Desde entonces, se han ido turnando sucesivos gobiernos polacos de orientaciones diversas. Al final, el país ha construido una economía próspera y una democracia sólida y capacitada para afrontar calamidades, como, por ejemplo, la crisis financiera mundial y la trágica muerte del Presidente del país en el año pasado.

No se debe utilizar el miedo a la vuelta atrás para esquivar a los parlamentos y a la sociedad civil. A comienzos del decenio de 1990 se suspendieron en Rusia importantes reformas constitucionales y procesos parlamentarios normales por miedo a un resurgimiento soviético. Si bien aquella posibilidad parecía bastante real en aquel momento, ahora sabemos que, dada la bancarrota económica y política del sistema, semejante resultado era muy improbable.

Hoy, se están acelerando reformas poco meditadas en el norte de África y en Oriente Medio ante la amenaza evidente del extremismo islámico, pero, aun cuando esos temores sean fundados, se deben evaluar las reformas objetivamente en consultas amplias.

En la Europa central y en los países bálticos, la promesa de la adhesión a la UE ofreció una vía para la transición. Como en el caso de la mayoría de los países de la antigua Unión Soviética, que siguen empantanados en el tránsito, la adhesión a la UE no es una opción posible para el note de África y Oriente Medio. Aun así, su proximidad geográfica a Europa aumenta los beneficios del comercio y de la integración financiera. A condición de que se hagan reformas, Europa debe abrir su mercado tanto a sus vecinos meridionales como a los orientales.

Por Erik Berglof, economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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