Atender al clamor por la unidad: Sumar como respuesta

Ione Belarra, Yolanda Díaz e Irene Montero.ISABEL INFANTES (Europa Press)
Ione Belarra, Yolanda Díaz e Irene Montero.ISABEL INFANTES (Europa Press)

Posiblemente se haya escrito —y tuiteado— todo en relación con el proceso último de configuración de un espacio de unidad electoral para el nuevo periodo en el bloque de la izquierda transformadora. Pero también es cierta la inquietud y preocupación de muchísimos sectores no politizados ante el riesgo de que no se llegue a un acuerdo de todos los actores en torno a Sumar. No ha dejado de haber interpelaciones en la calle para la unidad en quienes somos o hemos sido referentes públicos de alguna de estas organizaciones.

Pretendemos, si alguien tiene a bien leernos, aportar alguna perspectiva que creemos necesaria, más aún cuando demasiado ruido y prepolítica ha destacado en la sacudida de estos últimos meses. Con sosiego y sin aspavientos, o con los menos posibles.

Desde el 15-M la reconfiguración del espacio político de la izquierda ha tenido una constante: la continuada y no cerrada redefinición de su expresión electoral y el retraso en abordar sus distintas expresiones. Empezó en 2014 con el formidable surgimiento de Podemos como expresión amplia y desbordante de una voluntad social impugnatoria. Posteriormente, y tras no pocas dificultades, parió una expresión entre lo clásico y lo nuevo con el pacto de los botellines entre Izquierda Unida y Podemos, tras perder la irrepetible ocasión de unidad en diciembre de 2015 entre ambas fuerzas políticas para convertirse en el bloque dominante del espacio progresista.

Las experiencias acumuladas anteriormente, paradójicamente, no han supuesto una vacuna para evitar su repetición. La ruptura del PCE en los años 80 (o la de IU en los 90) fue una tragedia de la que todavía nos lamemos las heridas y que no ha servido para advertir de la tragedia que para amplias capas sociales supone la inexistencia de un instrumento fuerte, articulado ampliamente y plural para las aspiraciones de una vida mejor.

Ninguna organización participante en las diversas propuestas electorales a lo largo de esta larga década es lo que era antes de mayo de 2011. Ni las de más recorrido e historia ni las recientes. Posiblemente desde el reconocimiento de la humildad —un oxímoron esto de la humildad política— se puede desatascar una situación complicada y que, en caso de no fructificar en una expresión electoral de carácter amplio e ineludiblemente unitaria, no nos perdonarían en 100 años.

¿Hay algo más determinante que trabajar por políticas que antepongan la vida a los intereses de mercado? ¿Que preserven los derechos fundamentales? ¿Que garanticen la vida en la Tierra por encima de otros intereses? Todo el mundo afirmaría con rotundidad que sí. O al menos el mundo en que se desenvuelve el espacio político en el que nos movemos.

No es ingenuidad. Llevamos mucho tiempo en la militancia política, en el activismo, desde largas trayectorias profesionales. Pero precisamente por eso, nos reafirmamos, no hay nada más importante que garantizar la unidad programática para construir un país de personas libres e iguales.

De un tiempo a esta parte se ha sustituido la dialéctica de las ideas, el análisis profundo y la elaboración de propuestas, por el relato rápido, el cotilleo superficial y un enfrentamiento político vacuo. No es política, es politiquería. Nadie se libra, ninguna organización de la izquierda transformadora está libre del virus de la inmediatez y el click. El neoliberalismo, es justo reconocerlo, ha impregnado, en su hegemonía, los espacios sociales, políticos y culturales incluso de quienes dicen combatirlo. El marco de debate llevado en muchas ocasiones desde hace una década se ha visto interpelado por el individualismo, luchas de poder cainitas y envolventes de discurso político que no más que escondían excusas para las disputas por el dominio de los espacios. Ejemplos hay y no se salva ni una de las organizaciones políticas de las que forman parte del espacio político reconfigurado.

Y mientras tanto, las fuerzas neoliberales, las reaccionarias, las extremas, suman fuerzas. Y mientras tanto, del derrumbre el neoliberalismo nos vuelve a traer empobrecimiento y guerras. Efectivamente, hay un elemento novedoso en la disputa de la batalla política y cultural de la España de hoy: el surgimiento con fuerza de la expresión electoral de la extrema derecha, con ribetes trumpistas pero genuinamente inserta en la espantosa tradición del reaccionarismo español.

En tiempos de zozobra siempre es importante la perspectiva. El ascenso de las políticas antidemocráticas ha sido impulsado y planificado durante años, desde corporaciones económicas, oligopolios, medios de comunicación y gobiernos neoliberales. Quisieron desmantelar la sociedad, acabar con la política y han alimentado a la bestia del fascismo que hoy tiene posibilidades reales de gobierno en muchos países de Europa y que en España representan fuerzas políticas y poderes económicos y mediáticos.

Grandes amenazas necesitan grandes retos: la unidad, la construcción de amplias alianzas que vayan más allá de lo electoral, tejer redes sociales y movilizadoras que nos permitan aplicar programas de gobierno democráticos. Ese es el camino.

Honestamente, creemos que el momento político es complejo y extraordinariamente delicado: o en el próximo cuatrienio se continúa con la línea de políticas de corte social y progresista o viene el péndulo reaccionario a deshacer todo lo conseguido.

El liderazgo de Yolanda Díaz es producto de una sociedad democráticamente muy madura y con suficiente capacidad para poner las vistas y el foco en una gestión extraordinaria como ministra de Trabajo en tiempos extraordinarios, lejos de artificiales productos de marketing.

¿Por qué es el momento de Sumar? Desde nuestro punto de vista, porque es la expresión política unitaria que necesita nuestro país en estos momentos.

No hay alternativa sin unidad, y no hay una sola explicación, ni un solo argumento que justifique la ruptura de la unidad. Todas y cada una de las objeciones puestas a la construcción de la unidad tienen que ver con historias de puro entretenimiento sobre relaciones personales y políticas entre determinados individuos. Injustificable por prepolítico. Quienes más experiencia tenemos, más responsabilidad. No existe una sola razón que explique que las fuerzas políticas de Unidas Podemos no se sienten en una mesa a garantizar que el proceso político de Sumar sea un éxito.

Quienes militamos en el PCE e Izquierda Unida venimos de una larga tradición de búsqueda de la unidad como condición de posibilidad para la acumulación de fuerzas de sectores organizados y no organizados de nuestro país. Venimos de una tradición política de gentes fuertes que pusieron su cuerpo y su vida para defender los intereses de la mayoría social. “Vivir para los demás es la mejor manera de vivir para uno mismo”, decía Marcos Ana.

Desde la lucha antifranquista, pasando por la constitución de las Juntas Democráticas, Convocatoria por Andalucía, el nacimiento de Izquierda Unida, las confluencias electorales, los acuerdos con Podemos, la alianza en Unidas Podemos, Adelante o En Común, Sumar… Nuestra memoria política y nuestra participación en política, siempre ha tenido como objetivo Sumar fuerzas para crear alianzas políticas capaces de llevar a cabo agendas de gobierno transformadoras, contribuyendo a la organización social y a la movilización como mecanismos de garantía democrática y de control político. No por usada y a veces destruida debe desmerecerse la unidad, y con ella los acuerdos programáticos como base necesaria para la misma. Y evaluar su cumplimiento. Programa, programa, programa. La experiencia de cogobierno en Andalucía como antecedente nos enseñó que se gobierna para cumplir compromisos acordados —el PSOE de Susana Díaz expulsó a IU del gobierno por reclamar su cumplimiento— y en estos cuatro años los acuerdos se han expresado en 200 leyes que están construyendo un país mejor: protegido socialmente, igualitario, reconocido en su diversidad civil y territorial.

Somos de la periferia, no sólo territorialmente. Nuestra mirada es compartida por la mayoría de las militancias políticas de la izquierda transformadora, no queremos dilapidar el capital político que ha creado la alianza entre Izquierda Unida y Podemos. No queremos que la experiencia organizativa, movilizadora, formativa, institucional, de gobierno quede en una anécdota en la Historia con mayúsculas de nuestro país.

Que Podemos ha cumplido un papel clave en lo sucedido en España solo lo negaría alguien con mezquindad o ceguera sectaria. Ha sacudido la escena política y social, canalizado aspiraciones populares no representadas, impulsado un gobierno de coalición después de 80 años, y promovido un liderazgo como el de Yolanda que renueva y fortalece el nuevo momento político.

Sumar es la expresión, entendemos, de una nueva realidad pospandémica que alimenta aspiraciones de millones de personas con ganas de una referencialidad frente al bloque reaccionario. No perdemos de vista que será el tiempo el que determine si es una expresión más que las circunstancias o los tiempos políticos devorarán o superarán, o ha llegado para quedarse. Pero mientras se hace futuro, el presente tiene nombre de operación matemática, de suma, de unidad, de aspiraciones populares y de mucha ilusión por seguir construyendo un país que, tras cuatro años de gobierno de coalición, es un país más decente. Es posible que Sumar no satisfaga en sus máximos las aspiraciones de modelo político de quienes lo integramos. Pero sí reúne las condiciones para configurar una unidad que permite, con la correlación de fuerzas realmente existentes, abrir campos y políticas que protejan a la mayoría.

Aunque a veces pueda ser desmentido por la experiencia, en la inoculación de categorías éticas en política puede estar la clave de disputar —y ganar— esa batalla cultural que ha abierto la extrema derecha y el fascismo de nuevo cuño. No solo defender diferencias sino ser diferentes. Posiblemente toque una política de la renuncia que sustituya el liderazgo individualista y referencial por una nueva cultura política que promueva la humildad representativa, la prescindibilidad de liderazgos tras un ciclo de gestión y la rotación como ejemplo de proyectos realmente colectivos. En ello se está.

No queremos que Unidas Podemos sea una experiencia del pasado, tampoco que Sumar sea una experiencia electoral solamente. Sumar representa un proceso político que puede ser decisivo en la década de los años veinte del siglo XXI en nuestro país. Toda nuestra energía, toda nuestra experiencia debe impulsar que Sumar sirva como convocatoria para la construcción de una alternativa de sociedad en nuestro país. Un proceso político radicalmente democrático, una persona una decisión, que aglutine a personas organizadas y no organizadas, que elabore propuestas, que llegue hasta el último pueblo y barrio de nuestro país. Un proceso político que sea pueblo, en el que personas diversas, con partido, sin partido, de diferentes tradiciones políticas, demostremos que sí se puede anteponer el interés del país sobre los intereses particulares, ya sean de partido, laborales o de cualquier otra índole.

Ese ha sido siempre nuestra razón de ser en política, y sabemos que es la razón de ser y de estar en política de buena parte de los que hoy siguen viviendo para los demás como mejor manera de vivir para uno mismo. Desde la solidaridad de saber que esta razón estratégica implica inasumibles ataques personales y familiares, pero cogidos del brazo para no caernos, no hay mejor camino que el de la unidad.

Amanda Meyer Hidalgo es abogada y miembro de la dirección del PCE. Antonio Maíllo Cañadas es profesor de instituto y fue coordinador andaluz de IU-LV-CA.

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