Auge global del islamismo: ahora Somalia

Por Borja Bergareche, abogado y master en Relaciones Internacionales por la universidad de Columbia (EL CORREO DIGITAL, 14/06/06):

El guión se repite una y otra vez: se resquebraja la estructura del Estado, el caos y la violencia se apoderan del día a día en forma de clanes y facciones rivales, Estados Unidos interviene del lado equivocado y, mientras la atención mundial se centra en otros menesteres, la población local busca refugio y orden en el Islam. Lejos de los titulares de la prensa diaria española, Somalia se ha convertido ahora en el último episodio del auge global del islamismo y del suicidio autoinducido de los valores liberales y democráticos en cada vez más regiones del planeta.

Según la ONU, la sequía actual que azota el Cuerno de África (Kenia, Somalia, Etiopía, Eritrea y Djibuti), la peor desde hace décadas, está diezmando rebaños y cosechas y afecta ya a 7,5 millones de personas en una región en la que el 40% de la población padece malnutrición. Pero hace tiempo que Somalia es un foco de riesgo por otros motivos. Mientras el Gobierno de Estados Unidos anunciaba la muerte del sanguinario líder de Al-Qaida en Irak, Abu Musab al-Zarqawi, la Unión de Tribunales Islámicos se hacía con el control de la capital, Mogadiscio. Después de 15 años de guerra civil tras el colapso del Gobierno de Muhammad Siad Barre en 1991, una red autónoma de tribunales islámicos armada con su propia milicia ha logrado hacerse con el control de la capital y expulsar a las demás facciones, muchas de ellas apoyadas por la CIA (ver 'The New York Times', 8 de junio de 2006).

Somalia: esperanza de edad media, 48 años. A principios de los noventa, tomó el testigo de Etiopía como paradigma del hambre para convertirse después en caso práctico número dos (después de Afganistán) de Estado fallido tras el estrepitoso fracaso, retransmitido en directo por la CNN y recreado después en la película 'Black Hawk Derribado' (2001), de la misión militar enviada por Clinton y la ONU en 1993 para capturar al 'señor de la guerra' Mohammed Farah Aidid, que terminó con 18 soldados norteamericanos y más de 1.000 somalíes muertos.

Desde entonces, el país está dividido en dos. Al norte, la región autónoma de Somaliland reclama su soberanía y ha solicitado su adhesión a la Unión Africana, apoyada entre otros por el prestigioso International Crisis Group (ver informe de 23 de mayo de 2006) por haber logrado convertirse en un oasis de orden, estabilidad y democracia multipartidista en una de las regiones más castigadas del planeta. Al sur, queda la Somalia oficial, ahora en manos islamistas, inmersa en un caos sangriento del que la ONU se retiró en 1995 para dejarlo en manos de señores de la guerra y piratas del mar, un territorio salvaje desde el que grupos vinculados a Al-Qaida ejecutaron el atentado contra un centro turístico israelí en Mombasa (Kenia) en noviembre 2002, asesinando a 13 personas, al mismo tiempo que intentaban derribar de un 'misilazo' un vuelo chárter israelí.

En octubre de 2004, las negociaciones de paz celebradas en Kenia condujeron al establecimiento de un Gobierno provisional inoperante que apenas controla hoy una pequeña porción del territorio del país y un Parlamento que no logra reunirse debido a la inseguridad reinante. En este contexto de vacío de poder y violencia, no es de extrañar que la población de la capital haya recibido con alivio el anuncio de que una red de 11 tribunales islámicos se ha hecho con el control de la ciudad. Ocurrió lo mismo en Afganistán, cuando la llegada de los talibanes en 1994 fue recibida con gozo resignado por una población hastiada de años de guerra civil que, como ahora en Somalia, prefirió conceder el beneficio de la duda a unos estudiantes barbudos y armados con un programa islamista por el simple hecho de que, a su paso, instauraban el orden y la seguridad en pueblos, carreteras y pasos fronterizos.

La presencia del islamismo no es nueva en el Cuerno de África donde, según informaciones recientes, la CIA lleva años financiando a señores de la guerra, odiados por la población, como presuntos 'aliados' para evitar, sin éxito, la penetración islamista. La Unión de Tribunales Islámicos se gestó en el norte de la capital, fomentada por unos círculos empresariales ansiosos de seguridad jurídica como alternativa a un Estado inexistente y la guerra de los clanes. Según la BBC, la Unión se ha convertido en la fuerza política más popular en el país, y ha ido extendiendo su 'jurisdicción' desde las faltas menores a bodas, divorcios y delitos graves, castigados frecuentemente con la amputación de los brazos de ladrones y la ejecución de asesinos.

En este movimiento conviven islamistas moderados como su líder Sharif Sheik Ahmed, de 32 años, quien se ha apresurado a asegurar que «no darán cobijo a terroristas», con comandantes entrenados en Afganistán como Adan Hashi Ayro, involucrado en el asesinato de cinco cooperantes occidentales y de la periodista de la BBC Kate Peyton.

Nada nuevo hay por tanto en este nuevo fracaso de la estrategia antiterrorista del Gobierno Bush, centrada en la eliminación de las cabezas visibles de las redes terroristas en el marco de una absoluta miopía estratégica. ¿Se acuerdan de la famosa 'baraja de naipes' en Irak? En ausencia de un Estado que garantice el monopolio de la violencia y la seguridad de los ciudadanos, y ante la alternativa de clanes de bandidos y criminales torpemente apoyados por la CIA y/o los países vecinos, la única alternativa que queda para una población que desde hace siglos practica un Islam moderado y tolerante son estos grupos que, con la fuerza de los hechos, corroboran la renovada vigencia del lema que arrasa a nivel global: 'El Islam es la solución'.