Autonomía, inmersión y trilingüismo

Me he sentido interpelado directamente por Albert Branchadell, quien, el domingo 30 de septiembre, en el artículo titulado ¿Adónde va la política lingüística?, se preguntaba, no sé si de forma retórica o esperando una respuesta, si dirijo o sé hacia dónde guío la escuela y el aprendizaje de lenguas en la educación catalana. La respuesta no puede ser otra que la afirmativa. Pero no está de más contarlo, ponerlo por escrito y dibujar, cuando menos, las líneas básicas.

La pregunta concreta del profesor de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universitat Autònoma de Barcelona es quién dirige la política lingüística del Govern de la Generalitat. La dirige, naturalmente, la Secretaria de Polí- tica Lingüística. Esto no es incompatible, al contrario, con el hecho de que el Departament d'Educació tenga una reflexión propia, convicciones firmes, un modelo definido y una actuación decidida en materia lingüística.

La síntesis podría ser esta: la escuela es, y debe serlo más aún, el activo principal, el buque insignia de nuestra lengua. El catalán como lengua vehicular del sistema educativo es un rasgo distintivo, y siempre lo va a ser. Un rasgo que garantizar y enriquecer, mejorar y llenar de nuevos métodos e innovación pedagógica.

A partir de este principio, y de la norma y la práctica que de él se derivan, debe construirse un edificio complejo, diverso, adaptado a entornos sociales y territorios con acentos y condiciones suficientemente diferenciados.

Al servicio de estos criterios, la autonomía como concepto central que debe caracterizar la gestión de los centros y el ejercicio de la docencia en nuestro país.

Autonomía. El Departament d'Educació ha realizado una apuesta decidida por el concepto de la autonomía de centro. Tras muchos años de plantear políticas basadas en el pensamiento de que la central de Via Augusta 202-226 es quien debe marcar todas y cada una de las pautas, desde las más amplias hasta las más exiguas que rodean la realidad educativa de los centros, el Departament ha empezado a impulsar planes de autonomía de centro y ha puesto en marcha un programa para descentralizar los servicios, con el fin de dotar de más poder y competencias a las direcciones territoriales.

Pero autonomía no significa dejar a un lado los centros y dejar que hagan lo que quieran. Autonomía significa que aquellos que mejor conocen a los alumnos, los que cada día están con ellos y conocen su entorno social y familiar, puedan decidir y aplicar qué es lo que más conviene para reforzar la atención educativa. Así pues, el resultado final será, necesariamente, un incremento del éxito escolar.

Contamos con ejemplos de esta autonomía y de su resultado. El próximo 5 de noviembre, entregaremos el Premi Catalunya Educació al IES Camí del Mar, de Segur de Calafell. Este centro, que pasó muchas dificultades de integración social, es ahora uno de los modelos a seguir, dado que ha logrado ser apreciado por su entorno y alcanzar una cifra de éxito escolar muy por encima de la media catalana. Lo ha hecho con el trabajo y el esfuerzo de su personal directivo y docente, con un proyecto educativo basado en su realidad, y con el apoyo del Departament d'Educació.

Los nuevos decretos de educación de primaria y secundaria de la Generalitat fijan límites muy claros en los que deben moverse los centros. Y estos límites permiten que los centros puedan reforzar su proyecto lingüístico en función de esa necesidad. No hay que desconfiar de los maestros y profesores de este país, porque es como si desconfiáramos de nuestro futuro. En el Departament sabemos que maestros y profesores trabajan para conseguir el éxito escolar. Hasta hace unos años, lo hacían encorsetados por normativas rígidas. Ahora, y en el futuro próximo más todavía, tienen normativas suficientemente adaptables a la realidad que les rodea.

Inmersión. En este contexto recupera todo su sentido y utilidad el método pedagógico de inmersión lingüística, entendido como una herramienta imprescindible para obtener los mejores resultados individuales, tanto en el sentido acadé- mico (éxito escolar), como en el social (integración consciente y positiva). Por cierto, el éxito de esta operación exige extremar la sensibilidad y el respeto en relación con la cultura y la lengua de procedencia de todos y cada uno de los recién llegados.

El pasado 2 de octubre tuve el honor de asistir a la primera sesión de formación de las futuras formadoras (todas mujeres). Ellas serán las encargadas de extender la inmersión actualizada, dado que la población escolar ha pasado de tener un 0,58% de extranjeros en las aulas a mediados de los 90, al 12,5% en este curso. Y, como es sabido, con porcentajes superiores al 70% en determinados barrios, centros o poblaciones.

Trilingüismo. Queda claro, pues, qué es la política y cuáles son los instrumentos que el Departament d'Educació pone al alcance de los centros. No me cansaré de repetirlo. Tenemos un interés de país en que los alumnos salgan de la escuela dominando el catalán y el castellano y conociendo una tercera lengua. No podemos permitirnos el lujo, que durante tantos años nos hemos permitido, de que ningún ciudadano de los que viven habitualmente en Catalunya no conozca alguna de estas tres lenguas.

Pero digámoslo lo bastante claro: que nuestros alumnos lleguen a la universidad y a la vida laboral y profesional con un dominio real y completo del castellano forma parte del interés nacional de Catalunya. Es un elemento imprescindible de cualquier política de afirmación propia, de valor añadido por Catalunya, de mejora de nuestra presencia en los ámbitos español, europeo y mundial.

El multilingüismo activo y real con el catalán como lengua propia y el dominio también absoluto del castellano, así como de una tercera lengua, debe ser parte de nuestra marca, de nuestra capacidad de conquista de mercados y de atracción de los mejores cerebros y profesionales para que adopten Catalunya como patria.

Por cierto, es así también como podemos plantearnos obtener el debido respeto y conseguir la presencia del catalán en toda España, a la vez que avanzar de verdad en este sentido, aunque actualmente estemos muy lejos de lo que deberíamos considerar como mínimos aceptables en un Estado plurinacional.

Ahora bien, quizá debamos empezar a plantearnos que derivar exclusivamente la defensa de la lengua catalana a la escuela es un cliché propio de otros años. Donde tiene fuerza el catalán es en la escuela. La escuela hace y seguirá haciendo bien su trabajo para que todo el mundo sea competente en catalán, castellano e inglés. El uso que de las lenguas se haga fuera de la escuela es competencia de la sociedad. No solo de la Administración, sino también de los ciudadanos. Y, muy especialmente, de instituciones sociales, deportivas, entidades, comerciantes, empresarios. A la escuela hay que asignarle una responsabilidad. Pero quizá ya basta de conferirle toda la responsabilidad.

El debate, pues, empieza a partir de esta realidad. ¿Cómo ganamos posiciones en el uso social del catalán? ¿Cómo garantizamos que la presencia de tantos y tantos latinoamericanos no implique el debilitamiento automático del uso pú- blico del catalán? ¿Cómo conseguimos que todos estos recién llegados entiendan lo que está en juego, aprecien nuestra lengua y, lo más importante, la quieran como nueva y propia riqueza personal?

Ernest Maragall, conseller de Educació. Le responde Albert Branchadell: ¿Monolingüismo o multilingüismo?.