Me ha tocado estas semanas pasadas enterarme de un gran despliegue de páginas, ondas y pantallas, en torno a los arreglos de la Academia con la ortografía del español. Tanto descaro, que las mayorías (no lo que quede de gente o pueblo) admiran, tragan y se callan, me obliga a volver aquí a soltar cuatro perogrulladas sobre el asunto, ya que no las sueltan otros.
La ortografía del español no es mala por esos melindres de si se autoriza o no a escribir el acento de este o solo ni porque a la y se le llame y griega o ye: esta ortografía es mala y detestable porque, por ejemplo, desde que el español oficial perdió el fonema H (que algunos dialectos mantienen hasta casi hoy en uso, cuando dicen "hambre", "hondo" o "ahogar"), los doctos del XVII o ya académicos del XVIII quedaban con las manos libres para jugar con la letra h y mandar que lo que en castellano se venía escribiendo omre o aver se escribiera hombre y haber, en vista de que en latín (como doctos que eran, sabían su poquito de latín) se había escrito homine y habere; o porque, una vez que en castellano se hubo anulado la oposición de fonemas que hacía distinguir en la escritura lo que en la lengua se distinguía, cavar (o, lo que era lo mismo, cauar) y lavor, pero caber y sabor, las letras b y v (cuando en el XVIII acabó de distinguirse de u) quedaban abandonadas a las decisiones de los cultos, que ordenarían escribir boca o hierba, no por nada, sino porque en latín eran bucca o herba, pero vaca y cuervo, porque en latín habían sido uacca y coruo, y los imperfectos de la 1ª, que durante siglos, habían sido en castellano y se habían escrito con ava, cuando ya la distinción de las letras b/v no respondía a nada en la lengua, mandarían que se escribieran con aba, porque así se escribían en latín.… Seguir leyendo »