Álex Grijelmo

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Cuando se desata una guerra, una de las primeras víctimas es la verdad. Y cuando se produce una crisis económica, los primeros daños los reciben las palabras.

Entre los vocablos heridos por la recesión figuran los términos “austeridad” y “austero”. Vivimos en la política de la austeridad, debemos ser austeros; pero estas palabras ya no significan lo mismo que antes.

“Austero” partió del latín austerus (áspero); y éste del griego austerós (Breve diccionario etimológico de Corominas y Pascual). En 1726, el Diccionario de Autoridades recogía que lo austero, “según el sentido recto latino”, se relacionaba con “lo que es en parte áspero y acerbo al gusto, como el sabor de las frutas que aún no están en sazón”.…  Seguir leyendo »

Cierto político proclamó una vez en un acto electoral, hace unos 15 años: “Compañeros y compañeras, lo que defendemos nosotros y nosotras...”.

Y claro, ese “nosotras” sonó raro. Porque “nosotras”, con arreglo a la gramática, es un pronombre inclusivo del sujeto que habla; de modo que quien lo pronuncia se sitúa dentro del grupo que menciona. Así que un hombre no puede decir “nosotras”, en puridad; sino sólo “nosotros”. Quizás aquel político debió elegir para tal frase “nosotros y vosotras”, y nadie le habría tomado el pelo.

Sin embargo, algo está sucediendo en nuestra lengua, porque algunos varones empiezan a incluirse en los términos femeninos con toda naturalidad.…  Seguir leyendo »

Dos usos tiene "habría" que deterioran la convivencia.

El primero de ellos se oye a menudo en el hogar, con frases como “habría que bajar la basura...”, “habría que pintar la puerta...”, “habría que decirles a los niños que dejasen de tirar sandías desde el balcón...”.

No siempre se acude a la forma potencial. A veces conjugamos la orden en presente: “Hay que fregar los platos", “hay que ir a pagar la tasa de la basura”...

¿Quién hay? Ah, se da por supuesto que ese quién es el otro; pero no lo decimos con claridad para que no se note que enunciamos las necesidades comunes como si fueran ajenas.…  Seguir leyendo »

Las teleseries cuya acción se desarrolla en tiempos pasados, casi siempre revueltos, nos transportan a la luz del candil, a aquellas pastas hechas en casa; a los sombreros y pamelas, las capas y las toquillas, el tabaco de hebra, el continuo trajinar en las acequias, el movimiento de las calesas y los carros, el manteo que viste el cura, qué cosas pasaban entonces, por cierto; a las cofias de las criadas, las horcas de los campesinos.

¿Y las palabras?

Los asesores de vestuario han hecho un buen trabajo. Desde aquella película de romanos en la que un extra aparecía con una lanza en la mano y un reloj en la muñeca, estos detalles ya se cuidan mucho.…  Seguir leyendo »

Todas las opiniones difundidas en las últimas semanas relacionadas con el género —suscritas por académicos, especialistas en sexismo, lingüistas o polemistas en general— tienen razón, aun pareciendo enfrentadas.

La discusión existe, creo, porque el problema se aborda desde perspectivas discrepantes, no porque esté sometido a discrepancia el fondo del asunto: la necesidad de eliminar cualquier discriminación, incluida la que propicie el lenguaje.

Por un lado escriben quienes creen que las palabras pueden cambiar la realidad. Y por otro, quienes sostienen que es la realidad la que cambia las palabras. Dicho de una forma más técnica: quienes ponen su punto de mira en los significantes y quienes se fijan más en los significados.…  Seguir leyendo »