Después de un suicidio: la culpa de los que se quedan
Cuando era chica, mi padre pensaba en maneras de quitarse la vida tantas veces como yo tenía que comprar zapatos nuevos. Planeaba usar píldoras cuando me compraron mis mocasines; monóxido de carbono, cuando mis sandalias; navajas cuando mis Doc Martens. Yo tenía 4, 10 y 28 años cuando mi padre hizo sus intentos más dañinos.
Lo encontramos: a un lado del camino, a un lado de la cama, en la cochera de mi abuela cuando intentó hacer su tumba en el gran Oldsmobile azul al que llamábamos Orca.
Cuando no estaba tratando de suicidarse, yo lo consideraba un superhéroe. Recuerdo mis pensamientos de niña: está vivo hoy y hoy, y también hoy.… Seguir leyendo »