
Entre el vicio y la virtud
Hace años, de paso yo por Madrid, me llevó Fernando Quiñones un domingo por la tarde a casa del pintor Álvaro Delgado, que vivía en los altos de un taller de mecánico. Venían con nosotros una chica inglesa, de pura raza sajona, que se llamaba Winifred, y el pintor Francisco Moreno Galván. Poco después llegó una pareja de muy buena presencia: la pintora Menchu Gal, cuñada de Álvaro, que me sonaba mucho de mis tiempos de Bilbao, y el crítico de arte Ramón Faraldo. Para que la única extranjera se encontrara a gusto, Álvaro, que era muy ocurrente, le dijo que no se preocupara, que allí todos los presentes se sentían muy unidos a Inglaterra: «Ya ves, éste (por mí) acaba de llegar de Cambridge; Fernando trabaja en el Reader’s Digest, y todos los demás…¡queremos Gibraltar!».… Seguir leyendo »