Carla Guimarães

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Un mundo sin reglas

No me acuerdo exactamente de cuándo me vino la primera regla. Recuerdo la preocupación de mi abuela cuando le dije que una amiga la había tenido y le pregunté cuándo me tocaría. ¡Dios nos libre!, clamó a los cielos, como si fuera posible impedir mi paso definitivo a la adultez. Lo que yo no sabía es que ese paso vendría acompañado de vergüenza, dolor y miedo. Vergüenza porque me enseñaron a ocultarla y a bajar dos tonos de voz cada vez que hablaba de ella, como si tener la regla fuera de mal gusto. El dolor era físico y mental. Mi padre decía que las hormonas me dejaban de mala leche, pero se equivocaba.…  Seguir leyendo »

Dejar a mi hija en el cole y tener tiempo para desayunar con mi pareja antes de empezar a trabajar. Solo 15 minutos, 900 segundos de felicidad. Parece algo trivial, pero no lo es. Tomar el desayuno sin prisa, hablar de temas intrascendentes, sentir el olor a café en la casa... Esos minutos me dan la vida. Antes de la pandemia, gastaba ese tiempo en un metro atiborrado de gente. Me tomaba dos galletas mientras corría hacía la estación y me maquillaba en el vagón, pero ni el rímel que alarga las pestañas, ni el corrector que cubre las ojeras, ni los pintalabios de efecto permanente eran capaces de ocultar el mal humor y el cansancio que, desde hace años, llevaba tatuados en la cara.…  Seguir leyendo »

Mi padre murió a finales de noviembre, después de años de una larga y agónica enfermedad. Cuando le diagnosticaron demencia con cuerpos de Lewy, vino a verme a Madrid. “Tenemos que hablar de la muerte”, me dijo. Y no de una muerte cualquiera, sino de la suya. No estaba preparada para tener esa conversación e hice lo posible para eludir el tema. Como si no hablar de ello pudiera evitarlo. Como si el diagnóstico de una enfermedad incurable y degenerativa no fuera definitivo. Imaginé que mi padre quería hablar de la herencia, de que su demencia progresaría y hasta cuándo merecía la pena seguir vivo.…  Seguir leyendo »

Seguidores del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, caminan frente a un muñeco gigante con su figura en Brasilia (Brasil). Fernando Bizerra Jr. EFE

En un país tropical, de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía un militar jubilado que defendía la dictadura y que creía que el gran error de ese régimen fue no haber matado a más rojos. Este sobredicho militar, los ratos que estaba ocioso, se dedicaba a hacer campañas políticas y llegó incluso a ser diputado. En casi tres décadas en el Congreso, aprobó apenas dos leyes de su autoría. Su gran contribución, en sus propias palabras, fue evitar que ciertos proyectos fuesen aprobados. Por culpa de esos proyectos pasaba las noches en claro. “Las minorías tienen que inclinarse ante las mayorías”, dijo en cierta ocasión.…  Seguir leyendo »

Hay un hombre sentado en la silla de presidente de Brasil. La silla, sin embargo, no le pertenece. Un golpe de suerte, o sencillamente un golpe, le puso donde está y él ya no quiere levantarse. Ese lugar es suyo, tiene derecho a estar allí. O eso cree él. Lo que el hombre no sabe, o aún no sabe, es que la silla está infectada de termitas, como la del famoso relato de Saramago. Por fuera parece firme y sólida, pero por dentro está prácticamente hueca. La silla está a punto de deshacerse en pedazos y el único destino posible para ese hombre es la caída.…  Seguir leyendo »

Érase una vez un país llamado Brasil

Patricia y yo somos primas, pero nos sentíamos como hermanas. Crecimos en el mismo barrio, en Salvador de Bahía, y vivíamos en edificios vecinos. Ella estaba siempre en mi casa y, cuando no, yo estaba en la suya. Nacimos en una dictadura y asistimos el paso a la democracia. Su padre llamaba revolución a la llegada de los militares al poder. El mío decía que fue un golpe. Su padre temía que un sindicalista barbudo llamado Lula ganara las primeras elecciones directas. A menudo repetía que Lula era un analfabeto. Mi padre creía que, en un país tan clasista como Brasil, un obrero jamás llegaría a la presidencia.…  Seguir leyendo »

El 2014 no es solo el año del Mundial en Brasil. También se cumplen 50 años del golpe militar que nos arrebató la democracia a los brasileños. Yo nací durante la dictadura y llegué a la adolescencia justamente cuando el país despertaba de una pesadilla que duró 21 años. La democracia me tomó por sorpresa, no sabía qué significaba ni por qué era tan importante. Mi padre me explicó que la democracia se aprende poniéndola en práctica y si no estamos acostumbrados a ejercerla de manera activa, es posible que nos la terminen quitando. Lo cierto es que en Brasil, incluso cuando aún estábamos en dictadura, se puso en práctica la democracia.…  Seguir leyendo »

Según la R.A.E., “casualidad” es una combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar. Casualmente nací en Brasil. Quizás, si pudiera elegir, me hubiese gustado nacer en otro país, no sé… Pero como no pude opinar sobre este asunto, vine al mundo donde dictó el azar: en la ciudad de Salvador de Bahía, y más específicamente en el Hospital Portugués. También fue una casualidad haber nacido en una familia con recursos, que pudo pagar mis estudios en un colegio privado (infelizmente la enseñanza publica en Brasil es lamentable) y, más adelante, en una universidad concertada. Si dejamos de lado mi merito personal, la casualidad fue quizás uno de los aspectos más relevantes a la hora de establecer mis oportunidades frente a otros miles de brasileños que, casualmente, nacieron en hogares con menos recursos.…  Seguir leyendo »

Hace un par de meses mi amiga Daisy tuvo una cita muy importante. Como si de un truco de magia se tratara, entró en el registro de la Calle Pradillo de Madrid como brasileña y salió como española. ¡Tachaaaan! Parece fácil, pero es un truco muy complicado. Fueron demasiados los años de espera para tener los mismos derechos que un ciudadano que nació aquí, a pesar de tener, desde hace mucho, las mismas responsabilidades. Minutos después de jurar fidelidad al Rey y a la Constitución, mientras miraba el noticiero de la tele tomándose un café en un bar cerca del registro, Daisy se percató de algo que la dejó sin palabras.…  Seguir leyendo »

Soy brasileña y no me gusta el fútbol. Paradójico, ¿no? Vengo de un país cuyos índices de natalidad suben después de cada Mundial, crecí cercada de pelotas y de gente que insistía en patearlas, dije Pelé antes de decir papá y aprendí el himno nacional para poder cantarlo en un estadio.

Pero a pesar de todo esto, o quizás por todo esto, empecé a desarrollar un extraño odio hacia este deporte. El fútbol está sobrevalorado, y me impresiona ver la importancia exagerada que tiene en nuestra sociedad. Vivimos en un mundo donde los futbolistas se convierten en héroes y la gente se pelea en los estadios por defender a un equipo.…  Seguir leyendo »

Francés, árabe, polaco, turco, húngaro, chino, rumano, portugués... Son muchos los idiomas que se hablan en una pequeña salita de la jefatura de policía de Madrid. Los traductores pasan horas escuchando conversaciones y transcribiéndolas. A veces escuchan cosas muy duras: amenazas, peleas, acusaciones... A veces escuchan a la misma persona que amenazaba hablando con su madre y diciéndole cuánto la quiere. Es un trabajo duro en el que, durante ocho horas al día, se vive la vida de otra persona.

La traductora de rumano es muy católica y en su vida sólo ha conocido a un hombre: su ex marido. Irónicamente, tiene que escuchar cada día las llamadas de un proxeneta a sus chicas.…  Seguir leyendo »

El jueves pasado, en Madrid, me sentí como un personaje de una obra de Woody Allen. Acababa de salir de mi terapia e iba de camino a tomar un café con una amiga que había decidido poner punto final a una conflictiva relación amorosa. De repente, como pasa en las películas, ocurrió un hecho que lo cambió todo. Una ráfaga de viento hizo que un periódico viejo levantara vuelo y fuera a parar justo en mis manos, como en un truco de magia. Iba a tirar el periódico a la basura pero mi curiosidad me lo impidió, deseando, quizá, encontrar un mensaje secreto del destino.…  Seguir leyendo »

Grace llegó a España soñando que un día se convertiría en una princesa de verdad, pero cada hora perdida en el cuartucho donde se prostituía en la Gran Vía era como un balde de fría realidad.

Grace nació hombre, en un barrio muy pobre de Alagoas, en Brasil. Y desde muy pequeña supo que era una mujer. Un descubrimiento que le causó una serie de problemas. Yo imagino que la palabra transexual no estaba en ningún diccionario de su vecindad en Alagoas y, quizás por esto, su transformación fue lenta, dura y muy difícil. Cuando Viviana apareció en su vida diciendo que era la propietaria de una discoteca en Madrid donde travestis y transexuales hacían espectáculos artísticos, Grace no dudó ni un minuto y aceptó la invitación para trabajar en Europa.…  Seguir leyendo »

Nací madrileña a los treinta años. Es lo que dice una carta que he recibido esta mañana. Bueno, no dice exactamente eso, pero es como la interpreto. Finalmente he conseguido la nacionalidad y en pocos días estaré jurando fidelidad a su majestad el Rey, a la Constitución y a las demás leyes españolas. Con lo republicana que yo soy... Que me perdonen los monárquicos, pero en Brasil por no haber, no hay ni Reyes Magos.

Me acordé de las últimas navidades que pasé en Salvador de Bahía. Durante la cena le conté a mi familia que estaba solicitando la nacionalidad española, y mis primitas pequeñas me preguntaron si iba a dejar de ser brasileña.…  Seguir leyendo »