Liberados y liberadas del temor y de la miseria
El 10 de diciembre de 1948 en París, en el Palacio de Chaillot, se proclamaba solemnemente la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Atrás habían quedado meses de trabajo del comité de Naciones Unidas encargado de la redacción del texto que, si bien en sus comienzos había sido considerado “cuasi testimonial”, y de poca importancia por los gobiernos, con el paso del tiempo había empezado a resultar incómodo, precisamente por el tesón de Eleonor Wilson de que el resultado de tantos meses de trabajo no fuera una declaración descafeinada y descomprometida para los Estados, sino la herramienta que sustentara una concepción nueva del mundo, como ella misma no se cansaba de repetir.… Seguir leyendo »