Fernando Chica Arellano

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Un año más, mañana celebramos el Día Mundial de la Alimentación. En esta ocasión, el lema escogido es «Un mundo #HambreCero para 2030 es posible». Viene acompañado de una invitación para cada uno de nosotros: «Nuestras acciones son nuestro futuro». A día de hoy, unos 821 millones de personas carecen del pan cotidiano. Desde hace tres años, para sonrojo de la humanidad, la cifra de los hambrientos no ha dejado de aumentar. Lo sorprendente es que, en septiembre de 2015, en el seno de la ONU, 193 países se comprometieron a acabar con la pobreza y el hambre, proteger el planeta y garantizar la prosperidad para todos, de forma que nadie quede atrás.…  Seguir leyendo »

Escribiendo el Papa recientemente a los participantes en la XL Conferencia de la FAO recordaba que «no basta la intención de asegurar a todos el pan cotidiano, sino que es necesario reconocer que todos tienen derecho a él y que deben por tanto beneficiarse del mismo». No es suficiente, entonces, esforzarse para que disminuya el hambre en el mundo. Es preciso acabar con ella a través de medidas urgentes. Y, añadía Francisco en su mensaje, si los continuos objetivos propuestos para erradicarla «quedan todavía lejos, depende mucho de la falta de una cultura de la solidaridad que no logra abrirse paso en medio de las actividades internacionales, que permanecen a menudo ligadas solo al pragmatismo de las estadísticas o al deseo de una eficacia carente de la idea de compartir».…  Seguir leyendo »

Dar de comer al hambriento, una maravillosa obra de misericordia, no debería perder nunca su actualidad, sobre todo si pensamos en los pasados días de Navidad, en los que las invitaciones a almuerzos y cenas se han prodigado y no han sido raras las ocasiones en que los alimentos se han desperdiciado.

Impresionan las cifras que el complejo de culpa social nos brinda a menudo, dando cuenta de los millones de personas que padecen hambre y que, por aquella paradoja que habilita la estadística, descienden mínimamente en el número sin dejar por ello de volver cruel la realidad.

Últimamente, con la crisis de la globalización, se ha inaugurado la costumbre de subrayar los desequilibrios sociales, manifestándose, por ejemplo, que cada vez son menos los que tienen más y más los que tienen menos, y colocando –al menos con las palabras– un fustigador acento sobre la iniquidad de la inequidad.…  Seguir leyendo »

El hambre no deja de matar. Y lo hace de modo implacable, sin miramientos. Alrededor de 795 millones de personas de todo el mundo carecen de alimentos para llevar una vida saludable y activa. Cada año la desnutrición causa el 45 por ciento de las muertes de niños menores de cinco años. No hablamos solo de las periferias más desoladas del planeta, donde el hambre es un desgarrador grito de impotencia. Hablamos también de aquellas personas que padecen hambre en países en desarrollo. Están ahí, muy cerca, aunque a menudo nos empecinemos en no verlas. Hemos de recuperar el oído y la vista sin dilación, porque un drama tan cruel como el hambre reclama justicia y determinación.…  Seguir leyendo »