Las mil caras de Europa
A la orilla izquierda del Congo, en la terraza de una casita de Matadi, dos hombres dialogan en medio del silencio de una noche estrellada, ante los destellos malévolos del ancho, ocre y fabuloso río africano que se desliza hacia el Atlántico. El primero es un joven capitán de la marina mercante británica, un hombre de pequeña estatura, modales nerviosos y aristocráticos, cabellos negros y ojos del mismo color. Habla un inglés aprendido, con impecable corrección, pero con un chirriante acento eslavo que, en ocasiones, lo hace incomprensible. Disgustado y enfermo, sólo sueña con regresar cuanto antes a Londres. El interlocutor de este quebrantado lobo de mar es un afable y corpulento joven irlandés, uno de los empleados de la Compañía de Ferrocarriles del Congo, un peón más del intrincado y codicioso proyecto empresarial del rey Leopoldo II de Bélgica.… Seguir leyendo »