Fernando García de Cortázar (Continuación)

Hay unas palabras de Paul Valéry que me impresionan mucho y que, ahora, cuando reaccionamos ante la crisis económica mundial tapándonos la cara con ambas manos, igual que ante un descomunal puñetazo, no dejo de recordar: «La horrible facilidad de destruir». Ésta es quizá la lección más valiosa que podemos extraer de la historia: que el desarrollo, el progreso, la cultura... son cosas frágiles, que pueden perderse o destruirse con facilidad. No hay nada más repetido a lo largo de los siglos que el lamento pronunciado por Próspero en «La Tempestad», penúltima obra de Shakespeare:

«No he acertado a ver la vil conspiración del bruto Calibán contra la vida».…  Seguir leyendo »

Dice Milan Kundera que si la Revolución francesa tuviera que repetirse una y otra vez, la historiografía estaría menos orgullosa de Robespierre. En efecto, si los historiadores tuvieran que vivir bajo la retórica de Robespierre, donde cada coma es un golpe de sable y cada punto una cabeza cortada, seguramente estarían mucho menos orgullosos del abogado del Terror. Pero puesto que en sus libros y conferencias hablan de algo que ya no volverá a ocurrir, la tempestad sangrienta de la Marsellesa, los años de la dictadura jacobina, construidos como las pirámides de Tamerlán, de cabezas humanas, se convierten en meras palabras, en discusiones: se vuelven más ligeros que una pluma...…  Seguir leyendo »

La anécdota me la contó un amigo periodista hace unos días. Ocurrió en El Escorial, durante un curso de verano organizado bajo el muy sugerente epígrafe «Diez autores en busca de su personaje histórico». Ante un público compuesto en su mayoría por universitarios, el hispanista Henry Kamen trazaba un retrato objetivo, con luces y sombras, de Felipe II, el gran rey burócrata, el de los ojos que todo lo ven y todo lo ocultan, según el secretario felón Antonio Pérez, sin duda uno de los monarcas más enigmáticos, más replegados sobre sí que conoce la historia.

Por breve tiempo, gracias a la palabra del historiador británico, la católica figura del Habsburgo recobró su augusta presencia entre las columnatas, portales, salas, pasillos y helados rincones de El Escorial.…  Seguir leyendo »

Tamerlán, castigador de Oriente, fue el último y quizá el más terrible de los aguerridos depredadores que Asia central dio a la historia. Los relatos del siglo XIV retratan su paso por el mundo como la culminación de sus implacables antepasados mongoles. Ni una migaja de compasión detuvo nunca su mano. Las carnicerías que llevó a cabo sobrepasan las de aquellos que le precedieron: sólo en las ruinas de Bagdad dejó una pirámide de noventa mil calaveras.

El mundo entero temblaba de horror cuando oía hablar de este infatigable guerrero que planeaba las campañas con detalle y las conducía personalmente. Tampoco fueron escasos los que se pusieron a soñar con Samarcanda, aquella ciudad que, según González Clavijo, embajador de Castilla, era el espejo del mundo y la primera ciudad de Asia, la capital que Tamerlán cubrió de mosaicos y doradas cúpulas donde los ojos del poderoso y endurecido conquistador mongol ardían sin brillo sobre los aterrados sirvientes y los temerosos embajadores.…  Seguir leyendo »

Abel Gance estrenó Napoleón el 7 de abril de 1927, con el acompañamiento musical de una orquesta en vivo, y para quienes asistieron a la Ópera de París aquel día la película resultó tan increíble y espectacular como la aventura de su personaje principal. Todos los espectadores quedaron atrapados por las imágenes que veían, capaces de revivir los pasos del conquistador de Italia y de transmitir la angustia, el miedo, el coraje, la esperanza, el hedor y la pasión de la Revolución francesa. Entre ellos se encontraba un joven oficial llamado Charles De Gaulle junto a su amigo André Malraux. Años después, aquel joven militar espigado, de fuerte talante conservador, convertido ya en la figura central de la Francia de la posguerra, recordaría: «Malraux se levantó, abrió en alto sus brazos en el aire y empezó a gritar: ¡Bravo!…  Seguir leyendo »

Ahora que ha muerto en Moscú, me acuerdo de cómo recibió la izquierda intelectual su visita a España en los años setenta. Hoy, más de treinta años después de la publicación de Archipiélago Gulag, Solzhenitsyn es la voz atronadora que levantó a solas uno de los mayores y más rigurosos monumentos literarios contra los crímenes del totalitarismo soviético, el escritor que golpeó la buena conciencia de la izquierda mundial con el «yo acuso» de los tiempos del terror. Tiempos en que, bajo las máscaras del idealismo, el aire olía a persecución y muerte. Pero cuando aterrizó en España, finales del franquismo, las personas progresistas le recibieron con desconfianza y muecas de desdén.…  Seguir leyendo »

Cuentan que antes de morir, Maquiavelo, que conocía bien El sueño de Escipión, relató a los amigos una versión personal de aquel texto, con distinta moraleja. Así, si en el sueño antiguo, que escribiera Cicerón en pleno derrumbe de la Roma republicana, los grandes hombres que habían fundado y gobernado con acierto Estados gozaban de la eternidad en el sitio más luminoso del universo, en el narrado por el culto y astuto diplomático florentino van al infierno, porque para llevar a cabo las grandes obras que los inmortalizaron habían violado las normas de la moral.

No sabemos con certeza si la historia del sueño de Maquiavelo es verdadera o inventada.…  Seguir leyendo »

EL motín del Dos de Mayo en Madrid contra las tropas imperiales de Napoleón cierra una vida, aunque interrumpiéndola, y abre otra: es la apoteosis anónima y brutal del pueblo sublevado que se tira a degüello y resulta atropellado, es el momento en que el pueblo tumultuoso, bestial y generoso, ingenuo y marrullero, despistado, intuitivo, manipulado, mezquino, gigantesco y verdadero, se arroja a las calles, y bajo los sables y fusiles franceses, repentino, feroz y devastador, huye de la muerte hacia el mito, rumbo a una zona deslumbrante y sublime para siempre jamás.

Todas las apoteosis -pasadas o presentes, soñadas o reales- tienen esto en común: el personaje, el héroe, coral o no, suplanta definitivamente a la persona, liberada de la decadencia, detenida en una imagen de plenitud intemporal.…  Seguir leyendo »

Todos hemos visto alguna vez el retrato que le hizo Goya en 1801 con motivo de la victoria del ejército español en una campaña fulminante, insignificante y grotesca contra Portugal: Godoy, reclinado contra una roca que le sirve de asiento, impoluto y satisfecho, como si la putrefacción de la guerra no pudiera rozarle, mira los estandartes portugueses capturados y sostiene en la mano un documento que parece ser una nota de capitulación. A Larra siempre le fascinó la biografía de este «hombre globo» que, tras su apoteósico triunfo palaciego y después de manejar a su arbitrio y placer los hilos del reino, cayó atrapado en la espesa maraña que había logrado manejar desde 1792: Godoy siendo apeado del poder, arrojado de su propio palacio, desnudado de títulos y quimeras, perseguido y acorralado por la intriga de sus enemigos y la fuerza de la opinión manipulada, expulsado a los márgenes del río Sena y de la historia.…  Seguir leyendo »

Es el año 1792. Francia, herida y fatigada, vive en plena Revolución. El viejo mundo desaparece mientras miradas medrosas y gachas sienten ya la proximidad de la tiranía jacobina, fecunda y llena de esperanzas, pero también mucho más terrible que el despotismo caduco de la antigua monarquía. Hay como un presentimiento que sobrecoge ante los dolores que han de venir y que al joven y aristócrata Chateaubriand le harán refugiarse en Bruselas, donde está el cuartel general de la emigración realista y donde los más fatuos e intrigantes enemigos de la Revolución, tan ansiosos y débiles como él en aquella hora indecisa, se preparan para invadir su país al lado de las grandes potencias absolutistas de Europa.…  Seguir leyendo »

ES 1836. Tras cinco años de amargo aburrimiento como diplomático en Civita-Vecchia, Stendhal decide escribir por segunda vez una biografía de Napoleón. Han pasado quince años desde la muerte del emperador; la mala prensa de la Restauración ha quedado enterrada entre las ruinas de 1830 y la creciente simpatía de la alterada Francia de Luis Felipe de Orleáns; y el gordo, refinado y desencantado cónsul puede, por fin, recordar el sueño juvenil del heroísmo napoleónico sin temor a la censura.

El tiempo nos ha librado para siempre del Stendhal mundano de los salones, de su época amatoria apasionada, de su época de caído en desgracia bajo los reinados de Luis XVIII y Carlos X -«un gobierno que da vómito»- o de melómano de la ópera en Milán, pero no ha borrado del mundo sus proyecciones literarias ni la gran línea de fuerza que las orienta: los años de idealismo y gloria militar vividos a la sombra de Napoleón.…  Seguir leyendo »

Dos años después de que la revolución socialista de 1848 anunciara en París que algo nuevo y desafiante levantaba su bandera en Europa, Tocqueville, protagonista y testigo de los hechos, escribía sus memorias de aquel tiempo de vísperas, y anotaba: «Siempre he observado que en política, muchas veces resulta perjudicial tener demasiada memoria».

Las escenas de pánico conservador y ebullición popular que acababa de vivir en primera línea afirmaban en el alma desilusionada de Tocqueville, demócrata liberal y a la vez fino aristócrata, esta opinión. Se lo decían sus ojos y sus oídos: el peso de 1789, y de los acontecimientos sangrientos de 1793, había gravitado como una pesadilla sobre la mayoría de los espíritus de 1848.…  Seguir leyendo »

La fecha, en sí misma, ya tiene algo de bella bandera, izada al mismo tiempo que florecen los parques y plazas de Madrid, donde junto a los árboles hay estatuas pacíficas del siglo XIX, estatuas de militares liberales, tribunos románticos y poetas olvidados. El dos de mayo de este 2008 que comienza será la conmemoración de otro dos de mayo de hace doscientos años, cuando un levantamiento del pueblo madrileño, repentino, inesperado y devastador, sin que nadie se hubiese valido de proclamas impresas ni de artificios de oratoria para provocarlo, iluminó con su esplendor de furia heroica no sólo a la España ocupada por las tropas de Murat sino también -y en palabras de Chateaubriand- a una Europa pusilánime que, siguiendo el ejemplo español, iba a oponer al emperador Bonaparte un enemigo más poderoso que los reyes: la nación, que en 1808 comienza su alzamiento en España.…  Seguir leyendo »

Todos lo sabemos. Todos deberíamos saberlo ya de memoria: al parecer, Europa es una vieja y avarienta mujer con una guadaña. La guadaña habla de siegas constantes en la claridad neutra de la historia. Si escuchamos con atención a los airados delatores de los acontecimientos del pasado, oiremos quizá que la guadaña avanza: ¿Quién creó la Inquisición; quién encabezó con estrépito de hierro y de sangre las Cruzadas; quién favoreció y comerció con la importación de los negros que se extenuarían en las minas, campos de algodón o ingenios de azúcar del Nuevo Mundo descubierto por Colón; quién vistió el colonialismo y el imperialismo con la antigua grandeza de Roma y de Alejandro Magno para camuflar el siniestro juego de unos pocos capitalistas; quién originó las dos guerras más mortíferas de la historia, quién lanzó la bomba atómica, quién, quién...?…  Seguir leyendo »

Se habla mucho de héroes últimamente. Héroes de la Segunda República. Héroes de la Segunda Guerra Mundial. Héroes de la Guerra Fría. Héroes de la polvorienta Revolución Rusa... Y es que a veces el héroe resulta una buena compañía y, a diferencia del Galileo de Brecht, que consideraba infortunada aquella tierra que requiere su brillo, hoy, cuando siempre gana quien fomenta en el ciudadano lo que resulta más fácil, hay quien parece echarle mucho de menos. Tanto, que necesitados de buena conciencia moral, su búsqueda nos tiñe la mirada de ternura por víctimas de todas las especies y de falsa nostalgia por devorados iconos redentores.…  Seguir leyendo »

Ya estamos otra vez con preocupaciones y advertencias por culpa de los fantasmas del museo. Más promesas de incumplimiento de las reglas constitucionales, más chantajes secesionistas. Parece una escena más propia del Desastre de 1898 que de 2007. Y lo que es peor todavía, la voz de los Ibarreche, que exige ser acatada como los decretos de Lenin, vuelve a convertirse en algo agobiante, paralizador, una voz que amenaza con no acabar nunca y con institucionalizar el principio según el cual la razón, y todo lo que arrastra, no emana de las personas sino de los territorios.

Vivimos tiempos de revuelta.…  Seguir leyendo »

El pasado, dice uno de los policías creados por el novelista italiano Sciascia, no es nunca pasado. El pasado casi no es. Y no le falta razón, sobre todo si observamos la fiebre acusadora y el afán persecutorio que recorren parlamentos y tribunas.
Porque en Europa, cuyo pasado encierra no menos secretos que el futuro, todo es actual, todo está ocurriendo siempre y nada deja de ocurrir jamás. Hoy leemos por encima del hombro de Stalin unos poemas de Alberti. Mañana nos convertimos en los protagonistas de la célebre y terrible foto de Cartier-Bresson: un grupo de gente rodea a una mujer humillada a la que acaban de raparle la cabeza, en castigo por colaborar o simpatizar con los nazis, mientras otros simplemente observan y una mujer despeinada y con cara de odio se lanza como una fiera hacia la condenada.…  Seguir leyendo »

Dijo Flaubert que si los gobernantes de su tiempo hubieran leído La educación sentimental, la guerra franco-prusiana jamás se habría producido. Hoy, en España, yo sólo pediría a los nuestros que se tomaran en serio lo que en aforismo de prodigiosa claridad escribió Juan Ramón Jiménez: «Menos cultura, más cultivo.» Hoy, en España, yo sólo reclamaría a los nuestros que se dedicaran a hacer mejores carreteras y más hospitales, que se empeñaran en perfeccionar las escuelas, frenar la especulación inmobiliaria... y olvidaran su cómica afición a ser respetados como pontífices y mecenas de la literatura, del arte, de la historia.

Porque resulta descorazonador ver cómo se intenta configurar lo que ha de ser la cultura entre nosotros: cómo se dicta quién es y quién no es escritor, a quien se debe hacer homenajes, quién ha de recibir elogios, apoyos, subvenciones...…  Seguir leyendo »

Ahora vuelta a empezar. Quien poseía la fuerza de la razón ha sido desplazado a favor de quien sólo exhibía su cosecha de crímenes. El mismo problema desemboca en el mismo callejón sin salida. Se repiten las reuniones en Moncloa, los regateos, los enredos. Y cada vez que una voz trata de no ceder a la charlatanería vana, un coro de guardianes grita para tapar su eco, para ahogar la entereza ética de los ciudadanos y saquear su mente. Flatulencia ideológica, vida intelectual de rebaño, cabeza caída, lana contra lana. Frente al pensar alerta, el pensar inerte. Frente a los principios, la frase hueca.…  Seguir leyendo »

No hace falta acudir a las últimas películas bélicas de Clint Eastwood para saber que con la conmemoración de ciertos sucesos trágicos puede obtenerse el efecto contrario al públicamente confesado. Ha ocurrido así demasiadas veces. A menudo, los monumentos, los cenotafios, los minutos de silencio, hilvanados de manera afectiva y dolorosa, al abrigo de dudas y revisiones, no dicen: para que no olvidemos, sino que dicen: para que no recordemos. No son una requisitoria para conocer y dar a conocer los hechos en su incandescente realidad. Son una selección parcial y autocomplaciente de los acontecimientos.

Hablo de la frágil frontera que hay entre la conmemoración y el olvido, entre el culto a los muertos y la tergiversación del drama que se llora, porque, desde hace tiempo, la sociedad española vive la inflación de una memoria que se ha designado a sí misma con el benevolente adjetivo de histórica.…  Seguir leyendo »