Contra los cazatesoros y la incuria arqueológica
Cuando yo era niño la avaricia era un pecado mortal. O era una pasión que ensuciaba todo lo que el avaro tocaba, desde la vida a la muerte, desde el entorno hasta la política, la filosofía, la ciencia incluso. Debió ser en algún momento al final de la década de los setenta —¡debí perderme aquella reunión!— cuando la avaricia se transformó en una virtud social, la fuerza que alimenta el progreso y, según me dijeron, la democracia. Fue en este contexto en el que la industria cazatesoros llegó a ser parte del sueño americano. Y comenzó en Florida, un remanso poblado principalmente por caimanes y desdentados importadores de cocaína.… Seguir leyendo »