Francisco Igea Arisqueta

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La sombra de la estatua de Don Miguel no desaparece al llegar la noche. Su figura se queda escondida junto a la tapia del convento de las Úrsulas hasta que la ciudad queda en silencio. Enfila, entonces, la calle Bordadores hacia abajo, y al llegar al palacio de Monterrey gira a la izquierda por la callejuela del Prior para alcanzarse hasta la plaza mayor de Salamanca. Cruza el inmenso cuadrilátero de piedra de Villamayor y se planta en la terraza del Novelty.

A esas horas, con la ciudad dormida, la sombra de Don Miguel, con las manos a su espalda encorvada por los años y las penas, se detiene y mira a su alrededor la plaza donde vivió sus peores pesadillas y sus mejores sueños.…  Seguir leyendo »