Elogio y diatriba de España
«Buscas en Roma a Roma, ¡oh, peregrino!, / y en Roma misma a Roma no la hallas». La Ciudad, que Quevedo sabe ausente, fue imperio, universo casi. Fue. Y en eso cifra el poeta su verdad ambigua: la de haber sido, la de no ser, por tanto. Haber sido en el territorio de leyendas bien trabadas que llamamos historia. Mas Quevedo es lector de San Agustín. Y no puede eludir la endemoniada paradoja que hace, en Las confesiones, del pasado entidad monstruosa que se escurre entre nuestros dedos. Decir qué es lo que fue es formular un imposible: «Pretérito y futuro, ¿cómo pueden ser, si el pretérito ya no es él y el futuro no lo es todavía?».… Seguir leyendo »