Germán Cano (Continuación)

A pesar de las recurrentes jeremiadas actuales sobre la ausencia de una "educación en valores", no parece que todos estén en crisis. Es más, a medida que se tilda de utópica toda reconstrucción keynesiana del Estado y los mercados dan la bienvenida al fin de la historia, uno de ellos se afirma como último catalizador de distinción: el deporte. Ya Max Weber había señalado agudamente que allí donde el afán de lucro había experimentado "su mayor liberación", en Estados Unidos, este impulso, despojado de su sentido metafísico, tendía a asociarse a una "pasión agonal" que le confería un carácter deportivo.

No deja de haber algo de justicia poética en el hecho de que el Museo de Cera madrileño haya trasladado la estatua de Iñaki Urdangarin a la sala deportiva.…  Seguir leyendo »

¿Existe una crisis de la indignación? Con ocasión de la publicación del pequeño ensayo ¡Indignaos!, del antiguo miembro de la Resistencia francesa, Stéphane Hessel, todo un best seller en su país, algunos medios de comunicación nacionales han reflexionado sobre la presunta atonía de la sociedad española. Sin embargo, al margen de la comparación, la pregunta apunta a un problema aún más acuciante: ¿ha perdido la izquierda, en detrimento de la derecha, su capacidad de movilizar la fuerza de la indignación, ese elemento necesario del compromiso ciudadano?

A la vista de esta cuestión, ciertos acontecimientos como el resurgir de la ultraderecha en toda Europa, la movilización del Tea Party en Estados Unidos o las altas expectativas electorales creadas por Marine Le Pen en las últimas elecciones cantonales francesas revelan un inquietante fenómeno: parece como si en momentos de crisis solo la derecha tuviera la capacidad de canalizar la afectividad política, mientras que la izquierda solo supiera administrar.…  Seguir leyendo »

En esa piedra angular de la reflexión de la modernidad crepuscular que es Dialéctica de la Ilustración, Theodor W. Adorno y Max Horkheimer no dudaron en retroceder hasta las fuentes míticas del mundo antiguo para rastrear el origen ascético de una racionalidad instrumental orientada al trabajo y al sacrificio del goce. En 1947, año de sombríos balances en el que se publicó la obra, la arriesgada comparación entre Ulises y el buen burgués sonaba tan intempestiva como en la actualidad, pero tuvo gran eco. Para escuchar el canto seductor de las sirenas, pero sin ceder a su destructora invitación a la felicidad, el héroe se hacía atar al palo mayor después de haber tapado con cera los oídos de sus subordinados.…  Seguir leyendo »