Helena Béjar

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El estoicismo está de moda. Se encuentra en las estantes de las librerías, junto a la autoayuda. En su mayoría son textos de divulgación que tratan de aggiornar a los clásicos: a Marco Aurelio, sobre todo, muy breve; menos a Epicteto, durísimo, y a Séneca, muy extenso y exigente intelectualmente. El estoicismo duró seis siglos (hasta el II d. C.) y su potente influencia pasa por Montaigne y Rousseau, entre otros, hasta llegar a hoy. Vuelve porque es una filosofía práctica, un conjunto de reglas para el cambio interno. Un método de tranquilización para lograr la serenidad. Sirve de inspiración para la autoayuda actual porque ambos tratan del “cuidado de sí”, de un proyecto de gobierno del yo a fin de contener el sufrimiento.…  Seguir leyendo »

Michel Houellebecq escribe novelas extremas. No es “el nuevo Balzac” ni se acerca a la hondura de los temas que trataba, también, entre otros, el último Philip Roth: la soledad al final de la vida, la decrepitud y la muerte. Más allá de su figura mediática y sus múltiples premios, su éxito se debe a los trazos con los que pinta nuestra sociedad individualizada, descreída y ausente de instituciones sólidas que provean certeza. También porque atiende a estados como la depresión (así, en Ampliación del campo de batalla —1994— y Serotonina —2015—) sin concesiones, como en la decepcionante Yoga de Emmanuel Carrère.…  Seguir leyendo »

La presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, el 29 de diciembre tras el Consejo de Gobierno.Isabel Infantes (Europa Press)

El liberalismo es una doctrina política que se remonta al siglo XVII. Su centro es el individuo y su valor nuclear la libertad. Esta tiene principalmente dos sentidos, el político y el moral. El primero subraya los límites al Gobierno, con el que tiene una relación de desconfianza, de prudencia, una relación “fría”. El liberalismo defiende los derechos del individuo frente a toda intromisión posible del Gobierno. Nació para poner límites a la monarquía absoluta, que no reconocía al individuo como sujeto de derechos sino al súbdito. Sus fundadores teorizaron que el Estado nació para garantizar la seguridad, esto es, la vida, y la propiedad.…  Seguir leyendo »

Hace algún tiempo el ministro de Universidades hizo un comentario sardónico sobre la universidad española, inundada por profesores que sólo daban clase y que no investigaban, como en una vulgar academia. Desde entonces vengo cavilando sobre estas difíciles líneas. Del mundo interno de la Universidad nunca se opina. Un tupido velo de temor —no de ignorancia— tapa sus entresijos. El temor a la opinión de los compañeros y las instituciones que la gobiernan y deciden nuestra suerte. Pergeño unas notas sobre asunto tan delicado desde mi experiencia que no pretende ser universal ni representar a toda la Universidad en sus diversos campos.…  Seguir leyendo »

Se cumple un año de la primera ola de la pandemia del coronavirus, pronto del primer confinamiento. Los informativos de la televisión pública repiten a diario el número de muertos, de contagiados en cada nación, en pueblos. Siempre en números absolutos, no en porcentajes que aclaren la magnitud del mal. Desde las primeras vacunas menudean las entrevistas a ancianos, encarnación de la esperanza y del triunfo de las políticas públicas. Todo ello ocupa la mitad del informativo, en el que ya no se muestran las guerras, las elecciones en países lejanos, los movimientos sociales.

Diríase que la política y la cultura han desaparecido.…  Seguir leyendo »

Hay pocos hechos sociales tan coactivos como la Navidad. Está ahí fuera año tras año, cada vez más extendida en el tiempo. Otrora la lotería del 22 de diciembre marcaba su principio y los Reyes su fin. (Ahora dura más de un mes: “Es Navidad en El Corte Inglés”). Dicho período comprendía dos fechas familiares, dos fiestas de celebración pagana y un día que combinaba todo y era específicamente infantil. La recepción del 25 como fecha donde se practica también “la elegancia social del regalo” ha desteñido la fiesta de los Reyes Magos cuya magia se ha perdido en la sociedad de la información.…  Seguir leyendo »

La pandemia del coronavirus exige confinamiento. El mandato gubernamental impone la distancia física, que conlleva el distanciamiento emocional. Un muro invisible se ha levantado entre los hombres y profundiza la individualización. La justificación de tal mandato es primero científica: evitar el contagio. “Quédate en casa” es un eslogan insoslayable en los medios que produce miedo al otro y angustia. La segunda legitimación es moral (“este virus lo paramos todos”) y apela a una comunidad cívica, en realidad una sociedad de individuos encerrados. Este civismo se teje del interés bien entendido: mi encierro contribuye al control del contagio. La virtud privada y el temor supervivencial generan beneficios públicos.…  Seguir leyendo »

El negocio de la soledad

Dícese que una epidemia de soledad avanza en las sociedades modernas. Ello descansa en una metáfora organicista: la sociedad es un organismo vivo que enferma y puede perecer. La metáfora de la epidemia es potente. Supone que la soledad se extiende rápidamente, sin control, que es contagiosa y debe ser contenida. Frente a la privacidad, concepto propio de la cultura narcisista de los ochenta y noventa del siglo XX, que alude a un apartamiento voluntario de la compañía de los otros, y a un espacio de creación y de libertad frente al exterior, la soledad como fenómeno social irrumpe en tiempos de crisis.…  Seguir leyendo »

Huérfanos de banderas

"La España de los balcones”. A ella alude enfáticamente el líder actual del centro derecha. Se refiere a las banderas que cuelgan en las ventanas de miles de hogares españoles desde la radicalización del nacionalismo catalán y la demanda de independencia de Cataluña. Desde hace dos largos años se ven banderas constitucionales que han resistido el paso del tiempo y los embates del clima. Símbolos de condensación del sentimiento nacional español, han contribuido a la habituación de una enseña durante decenios identificada con el franquismo. Y a que los ciudadanos se acostumbren a ver en el espacio público una bandera que hace solo diez años, cuando el Gobierno en mayoría del Partido Popular la enarboló de manera ostensible en la plaza de Colón de Madrid, fue considerada como una provocación.…  Seguir leyendo »

La modernidad tardía está creando dos fenómenos interrelacionados que apuntan en direcciones opuestas: el aumento de la soledad y del suicidio y el imperativo cultural de la felicidad. El primero ha llevado en Reino Unido a la creación de una secretaría de Estado. En España hay 10 suicidios diarios y el Gobierno prepara un plan para remediar cuestión tan alarmante. La escasa información solo señala que se produce entre mayores, personas sin techo y mujeres maltratadas. Pero España arroja cifras altísimas de consumo de ansiolíticos y antidepresivos en toda la población. Luego la depresión y el suicidio constituyen un horizonte posible en todo el espectro social.…  Seguir leyendo »

¡Sea usted positivo!

La modernidad tardía ha inventado un nuevo imperativo: la obligación de ser feliz. O mejor dicho, de ser «positivos», vocablo más científico y menos filosófico, más dinámico y democrático, menos teórico y más casero. En las revistas de psicología, en las femeninas de moda y cotilleo, en las masculinas de tendencias y estilos de vida, en las secciones personales de la prensa seria, en los manuales de empresa, en la publicidad y, sobre todo, en la literatura de autoayuda, se ha impuesto un nuevo dictum: «¡sé positivo!». El mandato cultural del nuevo grito sigue la tendencia del popular de «don´t worry, be happy» de hace algunos decenios, que recomendaba la relajación dentro del contexto cultural del optimismo americano.…  Seguir leyendo »