Ignacio Peyró

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El español llegó muy pronto a algunas cosas y muy tarde a algunas otras. Al prestigio llegó pronto. La gramática de Nebrija no solo va a ser la primera de una lengua romance, sino el modelo para las demás. Y la autoridad de la erudición se iba a unir a la pujanza de la política para terminar impregnando las costumbres. Así, en el XVI, el español será lengua de prestigio en el país, Italia, que por entonces sellaba los prestigios. El príncipe de Salerno escribe sus versitos en español. Castiglione, gran autoridad espiritual del siglo, recomienda su uso. “Saber hablar castellano”, escribe Valdés, es signo de “gentileza y galanía”.…  Seguir leyendo »

Nada es lo que era. Hoy tenemos bitcoin, injertos capilares, algoritmos que te encuentran al amor de tu vida y pastillas para dormir sin echar mano del brandy. Todo es mejor pero ser líder de la oposición se ha convertido, en cambio, en un trabajo más áspero. Hace apenas unos años, la política no te exigía marcar posición 30 veces al día: por la mañana, tuit entusiasta con los éxitos de un triatleta; por la tarde, tuit preocupado por una catástrofe natural en las quimbambas. Hace apenas unos años, las penurias de la oposición eran solo la cruz del bipartidismo: antes o después saldría cara y entrarías tú a gobernar.…  Seguir leyendo »

Cosas que el PP puede aprender de Vox

El besamanos de Aznar rivalizaba en longitud con la Gran Muralla china y quizá también podía verse desde el espacio exterior. Era el 4 de marzo del año 2004, y toda euforia parecía aún justificada. El PP iba a ganar las elecciones en apenas unos días. Y con la presentación de la revista de pensamiento de FAES, el presidente saliente —”no sé trabajar poco”— enriquecía el contenido de un retiro intelectualmente belicoso. Aznar comprometía su futuro en aquello que, antes de resucitar el término guerra cultural, se llamaba batalla de las ideas. Había sufrido en sus carnes el rechazo a los partidos de derechas y, a la vez, había visto con sus ojos la red capaz de sostener una revolución conservadora en EE UU.…  Seguir leyendo »

España es país de conversos. Prohombres del Movimiento amanecieron un día siendo demócratas de toda la vida. Maoístas de pelo duro predican hoy el evangelio liberal. Algunos progresistas han pasado de agitar las pancartas en las plazas a mecer el Cardhu junto a la piscina: otros, rebautizados por Vox, intentan salvar a Occidente de tipos como los que ellos mismos eran hasta ayer por la mañana. Y mientras conocidos sátiros descubren su sensibilidad de aliados, un obispo cuelga los hábitos por una escritora de novela erótica. En fin, todos somos conversos de algo y yo mismo he empezado a comprar tofu.…  Seguir leyendo »

Alberto Núñez Feijóo, con Isabel Díaz Ayuso en un acto del PP en Madrid el pasado febrero.ZIPI (EFE)

La damnatio memoriae de Pablo Casado en el PP ha sido tan minuciosa que, de presentarse en la sede de Génova, sería mejor recibido Vladímir Ilich Ulianov, alias Lenin. Cualquiera puede pensar que, tras mantener el silencio y la elegancia, el antiguo presidente se estaría ganando una amnistía entre los suyos, pero quiá: a los actos no se le invita, y —de haber algún encuentro fortuito— se le evita. Es, por tanto, una ironía significativa que no poca de su labor le haya sobrevivido sin queja. La Operación Renove de candidaturas iba a dejarle éxitos a título póstumo en presidencias autonómicas de Aragón hasta Cantabria.…  Seguir leyendo »

Pedro Sánchez aplaude este jueves en el Congreso junto a miembros del Gobierno y diputados socialistas la aprobación del dictamen de la ley de amnistía.Zipi (EFE)

A Pedro Sánchez lo han comparado a Napoleón, a Julien Sorel, a lady Macbeth y —casi casi— a la peste bubónica: déjenme ser el primero en compararlo a un oscuro primer ministro británico llamado Harold Macmillan. En principio, son especies distintas del animal político. Uno era un viejo tory; el otro es un socialista moderno. Uno enfermaba antes de comparecer en el Parlamento; el otro, antes que ponerse malo, ha llegado incluso a poner a Óscar Puente. Algunos cambios los da la época: a Sánchez le gusta la música indie y a Macmillan le gustaba la literatura lluviosa del siglo XIX.…  Seguir leyendo »

Feijóo y el riesgo de perder en casa

Quizá los populares dediquen el domingo a celebrar la victoria en las gallegas, pero el lunes traerá consigo una invitación a meditar —entre otras cosas— la necesidad de estas semanas de agonía. De Artur Mas a Fernández Mañueco, en los últimos años hemos visto demasiados derrapes como para no sospechar que los adelantos electorales los carga el diablo. Con el adelanto en Galicia, Feijóo buscaba más bien repetir la jugada de Ayuso: demostrar no ya que hay liderazgo, sino que el PP está en la remontada y Sánchez en la cuenta atrás. Ahí, las gallegas eran el mejor modo de cicatrizar el trauma de julio.…  Seguir leyendo »

A todos nos enamora la figura del estadista senior pero cabe preguntarse si su perfil no pertenece más bien a la literatura de género utopista. Tony Blair es hoy menos popular que la caza de las ballenas. Cuando murió Berlusconi, hubo que hacer orfebrería homilética para decir y no decir que fue buena persona. Y lo mejor que se puede afirmar del currículum de Sarkozy es que carece de antecedentes penales. Tampoco la popularidad de un exmandatario implica a la fuerza nada bueno: lo acabamos de ver con Trump en Iowa.

Entre nosotros, Suárez fue preterido para después ser adorado; Calvo-Sotelo pasó como un acento elegante, González es una estrella de las mesas redondas y Rajoy la mejor sobremesa de la calle Jorge Juan.…  Seguir leyendo »

Algunos nunca tuvimos que ser progresistas. Hace ahora tres meses, Antonio Muñoz Molina rememoraba en este periódico el golpe en Chile con un artículo que, a partir de su memoria personal, transparentaba magníficamente las ansiedades y esperanzas de una generación en la agonía del franquismo. No todo el mundo sentía igual, claro: a Franco lo derrocó una tromboflebitis. Y la mirada entre la impiedad y la condescendencia que a veces hemos dedicado a la época —”papá, cuéntame otra vez”— ha difuminado una realidad que, con sus errores y candores, iba a tener una proyección política y moral: la de tantos aquellos que se hicieron progresistas simplemente para considerarse dignos ante el espejo.…  Seguir leyendo »

Nuestro conservadurismo ha tenido siempre apego a la palabra “popular”. Ahí están la Alianza y el Partido, pero también la Cadena de Ondas Populares Españolas —Cope—, la Unión Social Popular o incluso esos Clásicos Populares estrenados por Suárez pero gestados por Arias Navarro. A esta querencia por lo “popular” le podemos buscar genealogías reveladoras, pero, más allá del deje paternalista, apelaba a esa “mayoría natural” de la nación que Fraga reclamaba conservadora y para la que se defendía “un verdadero populismo”. Por supuesto, en una democracia no hay mayorías naturales: hay valores compartidos y consensos básicos. En todo caso, aquella voluntad de hegemonía implícita en lo popular se ha visto desmentida no pocas veces por la realidad.…  Seguir leyendo »

Menos marcadas por el cariño que por el pragmatismo, de las relaciones entre Feijóo y Rajoy solo saben en profundidad Feijóo y Rajoy. Allá por 2009 ambos se aliaron para jugársela. Feijóo necesitaba —con números muy malos— ganar en las gallegas. Rajoy necesitaba victorias legitimantes de su liderazgo. Aquella campaña se la repartieron: a Feijóo, muchacho de aldea, le tocó trabajarse al tejido productivo; a Rajoy, de estirpe altofuncionarial, hacerse el campechano con las pulpeiras. La campaña se la repartieron, pero apenas iban a coincidir: pragmatismo. El mismo que ha permitido al PP gallego ser una especie de iglesia uniata del PP nacional, pero capaz de atajar a Ciudadanos y a Vox: el gran activo moral de Feijóo en su desembarco en Génova.…  Seguir leyendo »

Una desazón del PP

El PP recibió los resultados del 23-J con el sobrecogimiento melancólico del profeta Jeremías al contemplar la destrucción de Jerusalén. Recordemos que los trackings, tomados justamente como profecías, daban en su mayoría por sentado una suma apacible de PP y Vox e incluso pusieron alas al sueño de la mayoría absoluta. Pasado el primer golpe del duelo, la situación solo parece más calmada por causas externas al centroderecha: pese al éxito final, basta con haber seguido la negociación de la Mesa para representarse las asperezas de un Gobierno de coalición obligado a llevar al paroxismo la geometría variable en el Congreso, rodeado de poderes autonómicos hostiles y parcialmente impedido por una Cámara alta en manos del PP.…  Seguir leyendo »

La vista desde Génova la noche del 28 de mayo debía de ser espléndida: un Partido Popular devuelto a cotas rara vez alcanzadas de poder municipal y autonómico, un Partido Socialista en la lona, una coalición en trance de agonía y un Feijóo con tiempo suficiente para solidificar una alternativa de gobierno. El 29 de mayo hubo que reajustar el visor: Sánchez no quería permanecer medio año como el varón de dolores de Moncloa. Genio o catástrofe, el órdago electoral era su última bala. Pero también Feijóo —aún hipervitaminado tras el debate— tiene un solo disparo.

Aznar perdió dos elecciones generales, Rajoy tuvo también varias oportunidades, y se sabe que Casado —siempre celoso a la hora de defender su posición— contemplaba estos precedentes.…  Seguir leyendo »

Quizá no sea el momento más ejemplar, pero sin duda es uno de los más entretenidos de la política española: esas semanas en que las elites madrileñas —política, empresa, alto funcionariado— creen oler un cambio de Gobierno y se activan los atávicos resortes galdosianos de nuestra Administración. De aquí a las elecciones, ya hay quien se ve destronando a su director general o se imagina presentando credenciales, con más medallas que Michael Phelps, como embajador en las Quimbambas. Pero —como decía el Villaamil de Miau—, “no hay justicia, ni nadie se acuerda del mérito”, por lo que otros tantos sienten ahora cercano el día de recoger los bolis y empiezan a moralizar sobre la caducidad de las esperanzas cortesanas.…  Seguir leyendo »

Dos derechas y unas elecciones

Es posible que a Mariano Rajoy no le asistiera su mejor versión retórica cuando —abril de 2008, antes del congreso del PP en Valencia— pronunció la frase “si alguien quiere irse al partido liberal o conservador, que se vaya”. El momento era trascendente. Al término de una legislatura de lucha con el trauma de 2004 y no pocos esquifes del aznarismo, Rajoy conocía una apoteosis que, tras hostilidades serias y asaltos inconclusos a su liderazgo, era a la vez política y personal. Por fin tenía las manos libres para llevar al PP donde quería, y una autoridad mayor que el dedazo desengañado de Aznar.…  Seguir leyendo »

El rey emérito Juan Carlos I llega al estadio del Chelsea para presenciar el partido del club inglés contra el Real Madrid de Liga de Campeones.EFE-TV (EFE)

Hacia el final de la cuesta de Saint James’s, la guarnicionería londinense de J. Lobb afirma ser la tienda más bonita del mundo: con un poco menos de romanticismo, podemos al menos convenir en que sea de las más caras. Es un lugar, en todo caso, desconcertante para encontrar un pecio algo triste de la historia de España: hacia el fondo del establecimiento se halla expuesta una silla de montar que, rematada con la corona real española, fue encargada por el rey Alfonso XIII. Una placa explica que —entre el encargo y su conclusión— se proclamó la República en España y la silla nunca se pudo enviar al Palacio de Oriente.…  Seguir leyendo »

La figura del asesor político viene con una manga tan ancha que es capaz de acoger todo lo que va de John Locke a Iván Redondo. Unos asesores lograron trepar a lo más alto —Pompidou o David Cameron— y otros terminaron —Rasputín— arrojados al río. Unos posaron siempre de siervo bueno y fiel —pienso en Arriola—, y otros evolucionaron —pienso en Dominic Cummings— hacia Judas. Schlesinger llegó al gabinete de Kennedy con un Pulitzer; Fernando Ónega subió a las alturas cuando apenas era redactor: hoy los políticos reclutan más bien a tuiteros estrella. Algunos gabineteros han sido el cerebro de sus jefes, como Sorensen en el Camelot kennediano; otros, como Marie de Gandt, el colector de las miserias del Elíseo.…  Seguir leyendo »

Un nuevo sol de moderación alumbra nuestra vida pública. Borja Sémper ha dejado Ernst&Young y la poesía para volver al partido. Núñez Feijóo posa en las revistas con atuendo minimalista de liberal holandés. Dos viejos maestros pasteleros —Bendodo y González Pons— vigilan la temperatura en el obrador de Génova. Y aunque Ayuso todavía es la reina de los selfis, en las terrazas de la calle Jorge Juan todo el mundo pagaría una copa al más ilustre de sus asiduos: Mariano Rajoy, a quien no se veía tan feliz desde los días de whisky y rosas de su Gobierno en funciones. Incluso Javier Arenas, que deja por joven a Matusalén y por simple a Andreotti, ha regresado a unos predios —el Senado— que parecen hechos para su uso y disfrute.…  Seguir leyendo »

El papa Juan Pablo II, a la izquierda, con el entonces cardenal Joseph Ratzinger, en 1980. AP

Había que tener el tamaño espiritual de Joseph Ratzinger para albergar —como se ha dicho— una inteligencia de dimensión agustiniana y a la vez presentarse ante la cristiandad como “un humilde trabajador en la viña del Señor” o terminar su autobiografía asimilándose a un burro de carga. Defensor de la dignidad intelectual de la Iglesia en el mundo contemporáneo, a Benedicto XVI se le ha considerado epígono de ese genio germánico que alumbró a Kant o a Lessing, pero quizá resulte más ajustado preguntarse si en su obra y su vida no se reproduce algo de mayor hondura: aquel encuentro de sensibilidades entre el mundo italiano y el teutón que nos iba a dar a Durero y a Mozart, tantas arquitecturas dieciochescas y barrocas o, más cerca de lo suyo, el vuelo de la teología de Guardini.…  Seguir leyendo »

Aznar creyó manejarlo, Rato siempre lo despreció, Cascos —”Cascotes”— lo tuvo por un flojo y Fraga intentó facturarlo sin retorno a Santa Pola. En la política española, hacer de menos a Rajoy ha sido una costumbre de mucho arraigo y —como puede verse— no poco peligro. Las excepciones son escasas: con Sánchez la relación fue de un antagonismo reconcentrado, mientras que de Iglesias distaba tantos mundos que ambos podían permitirse las complicidades de dos extraños en un tren. A Rajoy también lo minusvaloraron quienes nunca lograrían hacer carrera con él: los gurús de la comunicación política, los guerrilleros de think tank y esos opinadores que suelen concederse a sí mismos el título de ilustrados.…  Seguir leyendo »