El alma inconfundible
Las naciones, se pongan como se pongan los nacionalistas, no son eternas. Tampoco muy antiguas, pues aparecieron como comunidades políticas a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, en el espacio abierto por las revoluciones liberales. Pronto quedó claro que la legitimidad nacional resultaba imprescindible para cualquier Estado o Gobierno, que las fórmulas de la monarquía absoluta habían caducado y que la opinión pública se abría paso como actriz principal. La llegada de la política de masas, con democracia o sin ella, hizo de lo nacional una verdadera obsesión colectiva. Los nacionalismos se empeñaron en construir sus propias naciones, en nacionalizar a los ciudadanos a través de la incansable difusión y reinvención de sus señas identitarias.… Seguir leyendo »