Javier Redondo Rodelas (Continuación)

Argumenta Ignatieff que al tratar de convertir por inercia demandas en derechos corremos el riesgo de debilitar los ya existentes y, sobre todo, los fundamentales. La razón es sencilla: lo menos se equipara con lo más; lo accesorio se iguala a lo prioritario. Algo similar, aunque en otro plano, ocurre con la democracia. Recurrir al verbo democratizar para referirse a todo buen propósito, por difuso y etéreo que sea, y al adjetivo democrático como cualidad adhesiva a cualquier sustantivo que se precie, oscurece el verdadero significado de la democracia y la vacía de contenido.

El afán por democratizarlo todo pervierte la esencia de la democracia, provoca una mutación semántica y la consecuente pérdida de perspectiva respecto de lo que es y significa en las sociedades libres.…  Seguir leyendo »

Han pasado nueve meses desde las últimas elecciones generales y seis desde el Congreso de Valencia y no parece que el Partido Popular haya resuelto felizmente, a pesar de los esfuerzos realizados, algunos de sus problemas. Me refiero principalmente a dos: el de la comunicación y el del liderazgo. Sitúo deliberadamente en primer lugar el de la comunicación porque es el que vamos a tratar aquí y porque solventándolo primero facilitaría a su vez la resolución del segundo más que a la inversa. También porque, para muchos, el verdadero problema es que comienza el año I después de Rajoy pero con Rajoy.…  Seguir leyendo »

Podemos pensar equivocadamente que la felicidad empieza donde acaba la política. Que es una insensatez encomendar nuestra felicidad a los líderes políticos y mucho menos al Estado, y en consecuencia, que cualquier candidato que se atreviese a incluir un apartado sobre la provisión de felicidad en su programa estaría subestimando la inteligencia de sus votantes. Sin embargo, nada de esto es así. En la era de la política espectáculo, las masas, siempre enternecedoramente dispuestas a creer, han elevado tanto sus expectativas que incluso rechazan limitarse a pedir lo imposible. Porque sus líderes son capaces de concederles algo tan sencillo de proporcionar como la dicha.…  Seguir leyendo »

Erase una vez un niño que no quería pronunciar su propio nombre. Cada vez que lo llamaban por él, se escondía en lugar de responder. Cada vez que lo pronunciaba en clase, en voz alta, a primera hora, cuando la profesora pasaba lista, soportaba una vergüenza atroz. Lo odiaba. Sus compañeros no le dejaban jugar a la pelota en el recreo; sólo porque su nombre provocaba rechazo y burla; era horroroso, era el nombre que los cuentacuentos de la plaza del pueblo le habían puesto a un señor de negro que metía en el saco a los niños que no recogían sus juguetes.…  Seguir leyendo »

A menudo, las respuestas a muchas cuestiones que plantea la actualidad se encuentran o bien en los clásicos o bien en la etimología. Aprendimos en el bachiller que Aristóteles clasificó los regímenes políticos en tres tipos (aunque identificó, según el tiempo y el lugar, diversos subtipos): monarquía, aristocracia y politeia (república). Cada uno de los cuales presenta a su vez un modelo degenerado de sí mismo: tiranía, oligarquía y demagogia (democracia, propiamente, en el lenguaje aristotélico). La demagogia es pues la desviación indeseable de la democracia. De modo que uno de los mayores riesgos que corren las sociedades que le otorgan el poder al pueblo es que éste se entregue, en cuerpo y alma, a sus halagadores.…  Seguir leyendo »

Los políticos se han lanzado en esta larga precampaña a la conquista de internet. No tanto guiados por la convicción de que en el ciberespacio se ventilen los votos decisivos sino por imperativo de los nuevos tiempos. Hay que estar en la onda, y la onda es la Red. Dicho de otro modo más sofisticado: el universo político se construye en torno a conceptos que, en sí mismos y eximidos de la obligación de desarrollar su significado, representan ideas. Los políticos tratan de apropiarse o figurar como abanderados de aquellos asociados a valores positivos. Modernidad es uno de los más solicitados en la pasarela de las palabras hermosas, y la utilización de internet para presentar, acercar y humanizar a los candidatos es el último grito en modernidad.…  Seguir leyendo »

Cuando Karl Jaspers le reprochó a su amigo Martin Heidegger sus devaneos con el nazismo y que justificase que un hombre tan poco preparado como Hitler pudiera gobernar Alemania, el filósofo más reputado del lugar le contestó sin inmutarse: «La cultura no importa, mira sus maravillosas manos». Con esta cínica respuesta, Heidegger puso el dedo en la llaga de los regímenes representativos y redujo a cenizas el papel que en ellos juega la racionalidad. La preparación no cuenta cuando la mera suma de las voluntades o el cómputo de votos constituyen la categoría esencial de la democracia.

La quiebra del parlamentarismo durante el primer tercio del siglo XX está estrechamente relacionada, por mucho que se ignore, con la extensión del sufragio y el advenimiento de la democracia de masas.…  Seguir leyendo »

Frente al independentismo abiertamente declarado de Esquerra Republicana, existe una tradición nacionalista en Cataluña de corte moderado e integrador que, desde finales del siglo XIX, compatibiliza el hecho diferencial con la participación activa y comprometida en la política española. El precursor de esta vía es «¡Ay!, el gran Cambó, el mejor político del siglo XX», según su contemporáneo, el pérfido Romanones; «el genio político mejor dotado que ha producido, no sólo Cataluña, sino la España actual», tal como lo definió en los años 40 el historiador Salvador de Madariaga.

Francesc Cambó entendió a la perfección el papel que la Historia había reservado al catalanismo, el doble juego que el nacionalismo catalán habría de desempeñar en el complejo tablero de la política española.…  Seguir leyendo »

Hay un sector de la izquierda obstinado -sea por convicción, por sugestión o por mera estrategia- en disociar los conceptos derecha y democracia. Una disociación que no sólo resulta equivocada, sino que acaba por distorsionar el lenguaje y dotar de un carácter diferencial a nuestra cultura política, pues le permite a la izquierda disfrutar de una injustificada superioridad moral sobre la derecha sin necesidad de argumentar la razón que la fundamenta. Le vale con simplificar el pasado y verter en el saco sin fondo de las utopías las palabras más bellas.

Según este recurso dialéctico, que ha calado con notable éxito -dado que hasta la propia derecha ha quedado atrapada en ese subterfugio argumental, presa de sus propios complejos históricos-, la derecha española está tradicionalmente vinculada al autoritarismo, a los pronunciamientos militares, al franquismo y a la más rancia concepción de la política y la sociedad.…  Seguir leyendo »