El día en que perdimos la inocencia
Hace unos días, antes de la masacre de Noruega, hablaba con un amigo sobre cómo van de la mano la alegría de vivir y la tristeza de ver que las cosas cambian. Que incluso el futuro más luminoso jamás puede compensar del todo el hecho de que ningún camino lleva de regreso a lo que había antes. A la inocencia de la niñez. Al primer amor. A la fragancia del mes de julio; al picor de la hierba en la espalda sudorosa en el instante en que uno salta desde un acantilado y, en un segundo, se ve envuelto por las gélidas aguas de un fiordo noruego y la nariz y el paladar se llenan de sabor a sal y glaciar.… Seguir leyendo »