Hacia la normalidad
Sólo fueron unas cuantas decenas. Debían esperar en la entrada de la facultad hasta que el bedel las acompañase al aula. No podían sentarse con el resto de estudiantes, sino en una silla junto al profesor. Al acabar, nada de comentar en los pasillos, el bedel las volvía a acompañar a la calle. Para matricularse necesitaban un permiso especial del Consejo de Ministros. Una vez tituladas, no podían ejercer la profesión.
La situación cambió en 1910: el Gobierno del liberal progresista José Canalejas publicó una orden que permitía a las mujeres matricularse oficialmente en todas universidades. Aun así, fueron muy pocas las universitarias.… Seguir leyendo »