Santos en Paestum
Santos Juliá se metió en una disputa con todos los demás viajeros, sin ganador posible, por ver quién se quedaba con el nadador para su futura tumba. Un hablar por hablar, creíamos entonces, una especulación remota. No ganó en la bronca, porque casi todos lo queríamos para nosotros y éramos muchos incluso para él.
Habíamos callejeado por Nápoles y discutido sobre cómo sacar, marcha atrás y cuesta arriba, nuestra furgoneta de aquel callejón que terminaba en pared. Pero acelera, hombre, acelera, recomendaba Santos, beatífico, arrellanado en el asiento trasero, al pobre conductor sudoroso que no hacía más que pisar y dar calentones al vetusto vehículo, que cada vez olía más a goma quemada, pero se negaba a retroceder.… Seguir leyendo »