Jorge Marirrodriga

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“Tenemos que hablar” es una frase normalmente incómoda de pronunciar a quien la profiere y portadora de malos augurios para quien la escucha. Una expresión a la que se recurre solo cuando todo –como dicen en Argentina— se ha podrido. La conversación política española es probable que ya esté cerca de ese punto, pero la social —que es la importante, porque sin ella la primera no es absolutamente nada— todavía no, y es fundamental que no llegue nunca a él.

En España hay dos grandes corrientes políticas, una más conservadora y una más progresista, cuyos representantes en casi todos los niveles —cada uno cargado de sus buenas razones, justificaciones y agravios que le ha hecho el otro— han optado por no escucharse, e xplicándonos a los ciudadanos por activa y por pasiva que es imposible entenderse con los otros por mucho que lo han intentado.…  Seguir leyendo »

Se suele representar la historia como una sucesión de eventos colocados sobre una línea recta; el famoso timeline.Un elemento visual claro con fechas, nombres y de vez en cuando algún retrato que proyecta la imagen de avance de los acontecimientos en la historia y, en cierto sentido, de continuidad lógica hasta el momento presente y que deja ver seguridad en el relato ante el futuro. Aplicamos inconscientemente un principio aprendido en clase de dibujo en el colegio: bastan dos puntos —en este caso, el pasado y el presente— para trazar una línea recta hasta el infinito; el futuro. Pero la línea de la historia se asemeja más a un ovillo de lana, donde el hilo gira una y otra vez sobre sí mismo y toca puntos que quedarían muy distantes si estuviera extendido, se retuerce, forma nudos y resulta un conjunto compacto.…  Seguir leyendo »

Construir siempre lleva más tiempo y requiere más paciencia que destruir. En tiempos donde la paciencia ya no es vista tanto como una virtud, sino más bien como una debilidad, los beneficios de la construcción, los logros de lo ejecutado a lo largo del tiempo de forma constante, resultan menos atractivos que las voces de denuncia —fundamentadas o no— que proponen desechar lo alcanzado y zambullirse en un recomienzo nuevo donde, por supuesto, no se repetirán los fallos y vicios denunciados.

Eso es lo que hace el discurso nacionalista eurófobo. Rechaza como viejo un proyecto de construcción pacífica que comenzó hace 60 años, se centra en señalar sus fallos, le atribuye responsabilidades que nunca tuvo, le niega cualquier posibilidad de mejora o reforma y termina por proclamar su extinción como única posibilidad de supervivencia para las naciones que se han visto arrastradas a esta aventura.…  Seguir leyendo »

Tal vez tenga algo de razón la oleada nacionalista y eurófoba que recorre el continente sobre el rechazo al proceso de construcción europea en el que se ha comprometido el continente en los últimos años. Tal vez. Y solo algo. Esto no significa que la axterizaciónfrente a las legiones de Bruselas, tan de moda desde los extremos de Polonia hasta las costas de Andalucía pasando por el canal de Sicilia o los acantilados de Dover, acierte en su rechazo global a lo que ocurrió hace poco más de 60 años, cuando, de la mano de Robert Schumann y Konrad Adenauer, Francia y Alemania decidieron dejar de hacerse la guerra para, si no hacer el amor, al menos empezar a tomar café e ir al cine juntos.…  Seguir leyendo »

Numerosos occidentales están llegando a Irak y Siria no para unirse a las filas del Estado Islámico —o mejor dicho Daesh, el término que los yihadistas aborrecen—, sino para actuar como instructores o combatientes en diversas formaciones cristianas que luchan contra el avance de los responsables y autores del ataque más cruel y efectivo contra la bimilenaria presencia cristiana en la región desde los tiempos de la primera expansión musulmana a mediados del siglo VII.

No se trata necesariamente de fanáticos religiosos o personas con problemas de integración en sus sociedades, que acuden a la zona de manera semiclandestina, como ocurre con muchos occidentales que se unen a la yihad, sino que publicitan su acción y revelan su identidad, incluyendo entrevistas a medios de comunicación, con el propósito declarado de reunir fondos que sostengan la lucha para evitar la completa desaparición de los cristianos en esa parte del mundo.…  Seguir leyendo »

Desde su mismo comienzo, el cristianismo presenta una disociación entre su mensaje y lo que se entiende de éste. Aunque Cristo le explicó claramente a Pilatos —con ejemplo incluido— que su reino no era de este mundo, el mismo gobernador romano ordenó clavar en lo alto de la cruz un cartel con la expresión “rey de los judíos” como motivo de la condena a muerte. Y el cortocircuito de compresión se repite a menudo desde entonces entre quienes se situaron a la cabeza de la institución fundada por Jesús y las sociedades a las que se dirigen. Desde Simón, un pescador galileo al que se le impuso el nombre de Cefas (Piedra) a Jorge, un porteño que trabajó como portero de discoteca —“patovica de boliche”, en sus propias palabras— antes de entrar en el seminario y que adoptó el nombre de Francisco al llegar al papado.…  Seguir leyendo »

Quince segundos es aproximadamente el tiempo que un lector emplea en leer una frase como esta tres veces. Pero para un millón de civiles en el sur de Israel es el lapso de tiempo que, desde hace 12 años, tienen para buscar refugio cuando suena una sirena. De día o de noche. En cualquier momento. Doce años organizando la vida cotidiana en torno a esos 15 segundos. La compra diaria, el traslado al colegio o un simple paseo. Cuando suena la sirena es seguro que a los quince segundos (tres frases) se oirán al menos dos explosiones. No hay un objetivo militar designado, ni un lugar seguro donde las bombas no caerán.…  Seguir leyendo »