José Jiménez Lozano

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Sin duda que lo más racional del mundo es cambiar las fechas de unas fiestas, cuando se tiene comprobado que los accidentes del clima suelen estropearlas, aunque esto ya se sabía cuando se instituyeron.

De manera que ese cambio es perfectamente comprensible, pero ya no resulta tan fácil de aceptar a ciegas porque ofrece la sensación de que todo puede hacerse, en nuestro mundo, con consenso y decisión, y resultar dueños y señores de las fiestas y del tiempo histórico, ya que no del tiempo atmosférico; y, por lo tanto, de la vida pasada, presente, y futura, de una comunidad humana.…  Seguir leyendo »

Leí una nota de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España exigiendo al Gobierno de Venezuela del señor Nicolás Maduro que pusiera en libertad a tres periodistas detenidos, y ese mismo día leí en otra parte que los periodistas ya estaban en la calle, lo que nos llevaría a pensar, sin más, que la protesta contra la detención de los periodistas tuvo un efecto mágico y mucho mayor que el de otras peticiones, pero desgraciadamente estos asuntos ni son fáciles, ni claros, ni mecánicos.

Por lo pronto lo de «exigir» lo pusieron de moda los camaradas que trataron de evitar el fusilamiento del político comunista Ernst Thälman por parte de Hitler que le tuvo once años detenido, porque les pareció, con toda la razón, que pedir a Hitler cualquier cosa no tenía sentido, y lo de «exigir» estaba destinado a confortar a los partidarios de Thälman y a otorgarles la sensación de ser ellos mismos un poder dispuesto a llamar a Hitler de tú a tú, aunque desgraciadamente esto de «exigir» pronto se convertiría en un tópico para las protestas callejeras, y los manifiestos y declaraciones políticas que así quedaban banalizadas del todo, por terrible que fuera la realidad contra la que se protestaba.…  Seguir leyendo »

Ante reacciones tan tristes como aquellas a las que hay que recurrir para explicarse que en la toma de posesión de un nuevo gobierno regional los perdedores de él organizen protestas, no queda más remedio que preocuparnos todos de que la ausencia de espontaneidad democrática vaya ocupando espacios públicos cada vez mayores, más frecuentes y nada menos que exhibiéndose junto a un Parlamento y la calle. Y espectáculos que atribuíamos a países de «Tercer Mundo» con una vida política todavía un tanto tosca, y todavía ofensiva a toda civilidad, y lo absolutamente necesario es no ya corregir sino liquidar estas situaciones nuestras, dominadas primeramente por una verborrea inacabable en la que se expresan una ignorancia primaria y un odio voluntarista e inmotivado, que no se sabe si procede del tribalismo con su correspondiente cainismo, o de tiempos la dinastía de los Picapiedra que sus dibujantes nos han mostrado tantas veces con un garrote en la mano y arrastrando a sus mujeres por el cabello como el más atento saludo matutino.…  Seguir leyendo »

Releyendo unos papeles de lo que por aquí se llama debate y no es más que un choque de doctrinarismos, uno de los digamos polemistas se refería a lo que decía una historia de la literatura de bastantes años atrás sobre una de las obras de don Pedro Antonio de Alarcón, «El Niño de la Bola», y sobre el enfrentamiento general del escritor a casi todos los estereotipos sociales, y políticos de su tiempo.

A propósito de esta novela se decía que, «si no se sabe por a y por be, no se puede asegurar que fue escrita como obra antitética de ”Doña Perfecta”».…  Seguir leyendo »

Don Silverio Lanza, un escritor con dinero entre los que se llamaban «bohemios» y que era como el patrono de éstos, fue procesado por un delito de imprenta de no mucha gravedad y, cuando oyó al magistrado citar el Código de Derecho Procesal, comentó que ese libro era malísimo porque él le había puesto una vez en la vía del tren y éste había descarrilado, aunque sin mayores consecuencias.

Los magistrados que juzgaban estos pequeños delitos de imprenta se mostraban de ordinario muy comprensivos porque entendían perfectamente que, para muchos de aquellos escritores, una pequeña condena o una simple citación a un tribunal, especialmente si lo publicaban algunos periódicos, era bastante más que la coronación de Zorrilla como poeta, y recibían el correspondiente homenaje de sus compañeros, la mayor parte de los cuales pensaba con toda seriedad que el compañero había sido capaz de conmover los fundamentos de la sociedad en sus cimientos.…  Seguir leyendo »

Lo primero que quería decir inducido, sin duda, por la climatología propia de todavía fechas veraniegas, es que hasta las costumbres estacionales nos han quedado sustraídas por enormes progresos y adelantos que las han tornado súbitamente en antiguallas innombrables de un pasado de tiniebla, como decía el señor Mao y luego se repitió este mismo cuento chino en todo Occidente y también en España, y pongamos por ejemplo hasta la inocente antigualla de la siesta, que recibió injustamente una pintura, realmente «al odio».

La siesta, en efecto, tiene hoy una fama y ofrece un «look» cultural nada honorable, e incluso verdaderamente despreciable, aunque no tanto como la lectura, así de estudios como de hermosuras literarias.…  Seguir leyendo »

Contaba Paul Goodman, allá por los cincuenta del siglo pasado, que la revista «Fortune» le había prevenido de repente de que los nuevos lectores no soportarían más de una idea por página, y esto parece haber ido en progresión, un poco o un mucho por todas partes, y éste es el caso en que ha aparecido el milagro del discurso vacío e incluso de un libro entero vacío sin contenido detectable.

Muchos años atrás, en el reinado de Isabel II, un ministro Jefe del Gobierno de España, antes feroz liberal anti-isabelino, y convertido luego a la doctrina del conde de San Luis, otro ministro isabelino que aseguraba que la palabra «tranquilidad» venía de «tranca», suspendió en un solo día cincuenta y dos periódicos y, más tarde, pensando sobre este asunto de la libertad de imprenta, como se llamaban entonces estas cosas, decretó que sólo los escritos menores, creo que a ochenta páginas en cuarto, tenían que pasar censura, porque pensaba el señor ministro -y no estaba muy lejos de tener razón- que pedirle a un español que leyese más de ese número de páginas era un pensamiento muy atrevido.…  Seguir leyendo »

Una vez suprimida la institución inquisitorial, el ingenio popular y el del comercio la convirtieron en atractivo turístico, junto a los toros, los bandidos generosos, las Cármenes con la navaja en la liga y las posadas españolas. Todo esto entusiasmaba a nuestros visitantes, y los españoles se apresuraron a mostrar por doquier cárceles, cámaras e instrumentos de tortura supuestamente inquisitoriales.

Para esto era suficiente disponer de un local, preferentemente subterráneo, en el que reunir toda clase de chatarra oxidada, cepos de caza, punzones o sierras y clavos, sogas, poleas y jergones como para ejercicio de un faquir, explicando dentro de esos recintos verdades y cuentos inquisitoriales entremezclados, y el negocio estaba hecho; y España adquiría una reputación de país negro y atrasado, y muy pobre, aunque también país en el que la gente comía muy bien, como escribía el doctor Lassalle a su suegro, don Carlos Marx.…  Seguir leyendo »

Este artículo quincenal, que he venido firmando desde hace algunos años en LA RAZÓN, puede muy bien ser el último, porque una ley para gente de letras jubilada me otorga la absoluta libertad de escoger entre seguir escribiendo y percibir la mitad de mi pensión, si los emolumentos pasan de nueve mil euros al año, o bien recibir la pensión entera, pero escribir con cálculo y medida para no pasar de esa cantidad fijada como producto permitido a mi trabajo.

Éste es un invento muy desconcertante, y realmente siniestro para escritores con pensiones bajas o muy bajas, que tendrán prohibido su propio trabajo para completarlas, y verán frustrada su vida sin el sentido del honor de la escritura que tenían, y por el que, a veces, han pagado un alto precio.…  Seguir leyendo »

La neolengua

El lingüista soviético Nikolai Iakovlevich Marr preveía -dice François Thom- el momento en que el proletariado triunfante se liberaría también de la lengua hablada, sujeta a humillantes restricciones naturales», y lo consideraba un «instrumento formal y retrógrado heredado del oscurantismo pasado» del que un día se liberaría la humanidad, porque no se necesitaba para nada, sino que la comunicación sería de inteligencia a inteligencia. Y tales afirmaciones nos parecen una simpleza o un delirio, pero es invento algo políticamente muy rentable, como en general todo lo que hoy se llama lo «políticamente correcto» y va camino de ser una neolengua obligatoria de un muy sutil totalitarismo, un nominalismo según el cual no son otra que lo que se las llama y su nombre de transformar la realidad, a costa de la inteligencia y para preparación de la idiocia mental, pero así es.…  Seguir leyendo »