Una España sin conductor
Van a dar las ocho. Me voy a Laudes. He salido al balcón, a una noche casi tibia, de una primavera perdida, a una noche de comunicación… también perdida. Ventanas vacías, balcones cerrados, silencio y soledad. ¿Estarán todos muertos? Doy doce palmadas en andante maestoso, doce palmadas que resuenan como tiros de pistola. Todo permanece igual. Definitivamente: Alles Tot, como canta el rey Marke.
No sé qué me cabrea más, si el puñetero virus, el encierro forzoso o la aparición reiterada de nuestros gobernantes en su patético intento de explicar lo inexplicable. Así pues, apago la tele, me olvido de la infección e intento aprovechar el retiro para pensar en rarezas y extravagancias.… Seguir leyendo »