José María Izquierdo (Continuación)

No parece necesario insistir en la existencia ambiental de ese huracán de desafección a la política —y a los políticos— que impregna, como una sustancia viscosa que todo lo cubre y ensucia, tanto sesudos artículos como despejadas charlas de café. Leemos y oímos que la maldad intrínseca de cuanto personal se dedica al ejercicio de la representación política solo es comparable al nivel de su corrupción. Hablamos de las élites extractivas que dicen algunos intelectuales y esos chorizos que nos cuentan algunos taxistas. Que son los mismos: los políticos. ¿Pero lo son algunos? ¿Pocos, muchos, o quizá lo son todos? Todos, todos ellos sin excepción.…  Seguir leyendo »

Ha decidido José K. doblar su carta —hecha a mano, papel fino, rayado, para no desviar la letra, algo temblorosa ya— y meterla dentro de una botella del vino blanco que se ha racionado durante tres meses. Si le quedaran fuerzas, ensueña, aprovecharía algún viaje del Inserso y se acercaría a un trocito de playa que entrevé libre, ya dispuesta a morir ahogada, que pronto llegará Miguel Arias Cañete para llenarla de hoteles donde estirados camareros untarán la manteca colorá con arte y oficio. Allí se ve José K., lanzando la botella al mar con un sonoro grito cual si fuera un enfático actor en un anfiteatro siciliano: “Para que sepas encarar tu duro destino, ahí te llega el mensaje de un anciano que un día vio la luz y hoy anda a tientas por un negro túnel”.…  Seguir leyendo »

José K. lleva unos días entrenándose. Se pone el despertador a horas imprevistas y baja corriendo —así, iluso, llama él a su trotecillo— hasta el portal de su casa. Que a falta, primero, de un búnker, segundo, de un refugio antiatómico, no tiene más remedio nuestro hombre que llegarse hasta la estación de metro más cercana, lo que causa alguna escena de pavor en el respetable, cuando ven entrar, un punto acelerado, a un anciano barbado en pijama, con el orinal y una bolsa con dos bocadillos y un botellín de agua. Más las pastillas. Y es que José K. está asustado, que hasta duda de si un pobre jubilado como él puede tener voz en esta gran debacle, en esta hecatombe.…  Seguir leyendo »

Confía José K., quizá de forma irresponsablemente ingenua, en que al menos no lleguen a los castigos físicos. Nos recortarán, nos achucharán, nos encogerán, harán papiroflexia -mire qué bonita la pajarita que nos ha salido- con los papeles donde teníamos grabados nuestros derechos, nos cerrarán refugios y si dejan alguno, quizá algún hospital, nos cobrarán la entrada, primero, y cada latido advertido por el estetoscopio sonará con el clic de las cajas registradoras. Pero José K. espera, vaya usted a saber por qué, que no nos apaleen. Algo es algo, se dice mientras ve en el espejo del cuarto de baño esa cara agrietada por los años, sí, pero también por repetir una y otra vez la misma frase: ¿aún quieren más?…  Seguir leyendo »

¡Cuánta dificultad entraña tomar la decisión justa y oportuna ante las complejas disyuntivas económicas! ¿Habrá acertado Jean-Claude Trichet en subir del 1,25% al 1,50% el precio del dinero? ¿Hizo bien Rodrigo Rato en rebajar hasta 3,75 euros la acción de Bankia, e incluso salir a Bolsa para que todos, oh, maravilla, seamos, por fin, banqueros? ¿Y Yorgos Papandreu en sumar 23.000 millones más a los miles y miles de millones que ya ha recortado?

Así que José K. se debate en un piélago de dudas. Dada la actual situación de miseria a la que nos vemos abocados, ¿qué repercusiones tendrá el desembolso del coste del café, y además cortado, en mi establecimiento habitual?…  Seguir leyendo »

José K. pensó primero en la gorra con la visera hacia atrás, los pantalones caídos y las deportivas fosforito. Excesivo: el disimulo nunca puede ser grosero. Optó, finalmente, por algo más apropiado a su edad y condición: de ejecutivo. Así que se puso el traje que utilizaba en su vida laboral para asistir a las reuniones con los jefes, se compró una corbata rosa de Hermès en un África-manta y rescató del camaranchón un maletín pertinente que le regalaron en la agencia de viajes una vez que fue a Benidorm; de plástico, claro, pero idéntico a la salvaje piel de cocodrilo.…  Seguir leyendo »

Tiene prisa José K. por salir a la calle y consumir estos últimos días de sol. Abre el armario y elige, que hay relente, sacar la ropa de invierno, que de entretiempo solo tienen los ricos. Se ciñe el pantalón y una negra nube le distorsiona la vista del astro luminoso.

Concluye en ese momento que sus ideas prioritarias para el último trimestre de este difícil 2010 serán la lucha contra el hambre mundial y perder los dos o tres kilos que le impiden vestir con holgura el pantalón de mezclilla de años pasados. Escéptico ante sus fuerzas, se conforma con lograr alguna aminoración de la hambruna mundial.…  Seguir leyendo »

Un joven ejecutivo de una firma de grandes almacenes ha conseguido unos magníficos resultados en la sucursal de su empresa, pongamos un ejemplo cualquiera, en Parla, Madrid. El gran jefe de la firma llama a su ejecutivo y le dice: "Veamos: como has obtenido esos buenos resultados, te voy a nombrar director de la gran sucursal del mejor barrio de Madrid. Tenemos una competidora muy, muy fuerte en aquella zona y tenemos que superarla". Pasa que a los tres años las ventas no solo no han mejorado, sino que la competidora ha engordado en ventas y beneficios, y cada día aparece más rolliza y lustrosa, y la diferencia con la tienda que rige el otrora titán de Parla es aún mayor.…  Seguir leyendo »

José K. se ha levantado dubitativo. La culpa la tiene un cielo imposible y una temperatura en exceso saltarina. No sabe si ponerse el güito de fieltro o sacar del armario el jipijapa. Si escoger del paragüero el elegante bastón con pomo plateado, para el jersey de cremallera, o el de bambú, más ligero y de mejor liga con la guayabera. Duda José K. porque el tiempo, como todo, también está dubitativo, lo que le lleva al convencimiento de que algo falla en el subsuelo sobre el que caminamos, andamos o dormimos. Son tiempos de incertidumbre que le tienen en un sinvivir, aunque hoy ya ha tomado la decisión de colgarse, sea cual sea la impedimenta elegida, un zurrón del que se ha provisto a buen precio en unas tiendas que se llaman outlet.…  Seguir leyendo »

José K. se ha parado frente al escaparate y ha tenido un sueño. Se ve a sí mismo entrando en la tienda especializada, y tras agradable cháchara con el educado sastre, ha optado por el uniforme jurídico y desechado, por excesivo, el académico con su birrete, sus guantes, los cordones y la muceta. Se ha enfundado la elegante toga de alpaca peruana con el escudo bordado de magistrado, se ha aplicado las puñetas de encajes de bolillos, ha empuñado el mazo de juez y, con los ojos cerrados, comadrea: sentado en mesa adecuada, ¿qué sentiré? ¿Me cambiará la cabeza? ¿Notaré cómo se me va llenando de abstrusas, rigurosas, implacables leyes?…  Seguir leyendo »

Ha decidido José K. aprovechar estas grandes rebajas que tanto anuncian y se ha arrimado al más principal de los colmados, sección de papelería. Le ha llevado al desembolso su recién multiplicada capacidad de cavilar mientras estira sus ya deterioradas piernas. Ha entendido que necesita anotar, apuntalar algún propósito que le asalta, una idea que le baila, una cogitación que le atormenta, porque no quiere convertirse en otro desmemoriado más. Y es que a cada semana que pasa ve, herido y encolerizado, cómo se escapa la memoria de todos aquellos a los que mira. Podría describir la estela lechosa que se desprende de la cabeza de sus congéneres, y despacio, muy despacio, sube hacia el infinito en columnas serpenteantes.…  Seguir leyendo »

José K. vive un sucedido laboral-personal, que a nadie importa, pero que le ha traído más, mucho más, muchísimo más, infinitamente más, tiempo para pensar. Jubiloso, experimenta una gran alegría, un alborozo sin cuento, una euforia desconocida. Puede estar mano sobre mano doce horas seguidas, con la mirada fija en el vacío, sin que a nadie se le importe una higa, ni nadie le afee semejante conducta por su escandalosa improductividad. En el camino al deseado nirvana tan sólo se le interpone una sombra minúscula: son tantas las ideas que brotan, tantas las imágenes que surgen, tantos los pensamientos que fluyen, que finalmente se enredan sobre sí mismos, se atropellan, se arrollan, se dan de trompadas y cuando, finalmente se abren paso a empellones, llegan ya exhaustos, cenceños por tanto esfuerzo de hallar la salida en tal catarata de ocurrencias.…  Seguir leyendo »

José K., un tanto sorprendido, ha advertido que habla solo. Habla solo todo el rato: en casa, por la calle, mientras viaja en el tren, mientras compra en el súper. No es que hable, no, es que conversa, charla, pega la hebra, hace el gasto. Y sin remilgos: lo mismo del café de la mañana, qué caliente estaba, tampoco es para tanto, como de la última novela de Leonardo Padura: está bien, sí, pero veremos cómo resuelve, etcétera, etcétera. Se ha convertido en un hablador impenitente, un palabrero, un sacamuelas, un tarabilla... consigo mismo. Conclusión evidente de tal hallazgo: para qué buscar contrario si él mismo es toda una conferencia interactiva, una tertulia rica y permanente.…  Seguir leyendo »

José K., a dos pasos de la ancianidad, se despierta aterrorizado. Tembloroso, rememora la terrible pesadilla que le tiene, a estas horas de la noche, incorporado en la cama bañado en un sudor de hielo. Revive el desvarío: negros cuervos le acosaban con gestos fieros y sonidos amenazadores que salían de sus negras fauces: estaba seguro de haber oído, entre horrísonos gemidos y pasear de cadenas, cosas como pensión, años de cotización, no hay dinero. Precedía a estos monstruos de la razón un gran personaje: de inmediato se percibía su mucha autoridad. Era muy educado, tenía el hablar pausado y gestos de profesor.…  Seguir leyendo »

Al paso coqueto de la presidenta madrileña por los alrededores de la Puerta del Sol, las comadres que han salido al fresco la saludan muy sonrientes -"¡guapa, más que guapa!", "¡resalada, más que resalada!", la piropean- para luego cruzarse entre ellas animados calificativos con los que definir a Esperanza Aguirre. "Es tan sencilla", dice una; "sincera, sobre todo es muy sincera", dice otra. Y así siguen: espontánea, natural, directa... Correligionarios, atentos sirvientes y periodistas palmeros también coinciden: "¡Qué desparpajo el de nuestra Esperancita!".

José K., doblemente ceñudo esta mañana -hecatombes ideológicas, como siempre, y una acidez de estómago épica-, se ha armado para la ocasión con sus manoseados Casares y Corripios.…  Seguir leyendo »

José K. está de muy mal humor. Ha soportado con dificultad el progresivo e imparable avance mundial de tanto y tanto dirigente político ultraliberal, feroces enemigos de la presencia del Estado en la vida económica, encarnizados defensores de que sean los mercados quienes regulen la actividad financiera. Se ciscaban en el Estado del bienestar, esa antigualla, y desmantelaban con saña la sanidad o la enseñanza pública, el último reducto de los más desfavorecidos para curar un forúnculo o poder hacer el bachillerato. Contaban, además, con la complacencia, e imprescindible colaboración para el delito, de todos y cada uno de los gurús financieros y organismos internacionales, encargados, qué risa, de prever estas situaciones o vigilar y controlar el buen funcionamiento de los mercados.…  Seguir leyendo »

Atacan a José K. vientos artísticos y se le agolpan ante sus ojos ya cansados vívidas imágenes de obras de arte grandiosas. Anda dramático nuestro amigo y un punto grandilocuente, y por eso cuando lee Rajoy se le aparece la famosa metopa griega arcaica, posteriormente reinterpretada por Tiziano, de Acteón asediado por los perros. Es pensar en el actual presidente del PP y, ay, le come la imagen del San Sebastián asaeteado de El Greco o, mejor, el de Mantegna, para no hablar del de Piero della Francesca.

A veces, en sus alucinaciones, cree reconocerle en la figura de blanco, en el centro del cuadro de don Francisco de Goya, de los fusilamientos del 3 de mayo.…  Seguir leyendo »

Es un horror: moriremos aplastados por tanto corrimiento de tierras en esta inacabable búsqueda del centro imposible", profetiza, asustado, el pobre José K., viejo militante de izquierdas, ante el espectáculo de la búsqueda salaz del votante, que comienza por una ligera y cursi morisqueta, un pícaro guiño de ojitos, acaso un aletear de pestañas, para llegar, a lo largo de un tortuoso camino, a lo violentamente obsceno y pornográfico. Ya lo dice José K.: se empieza cediendo un pasito en lo ideológico -dejando de leer los Grundrisse, por ejemplo- y se acaba devolviendo impuestos, vaya usted a saber por qué, a directores generales y consejeros delegados, como ha anunciado tan ufano nuestro joven presidente.…  Seguir leyendo »