José María Martín Olalla

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La hora oficial fija las reglas del juego bajo las cuales las personas deciden racionalmente a qué hora realizar sus actividades. Su regulación no ha cambiado en los países de la UE desde hace 45 años; 70 años si nos referimos a la hora oficial invernal, la estación más complicada de gestionar. Esta estabilidad es un bien en sí mismo, pues hace que las decisiones vitales que toman los ciudadanos sigan siendo racionales año tras año. Repentinamente la Comisión parece decidida a dar por terminado este tedioso periodo y, necesariamente, a abrir uno que nos aboque a solucionar un problema que ya teníamos resuelto.…  Seguir leyendo »

Cuarenta y siete días antes de finalizar el siglo XIX y de que la hora legal se adaptara a la Conferencia Internacional del Meridiano, el BOE de la época publicó un reglamento regulador de las condiciones del trabajo infantil. Su artículo sexto establecía que los menores de 14 años “no entrarán al trabajo antes de las siete de la mañana en los meses de Noviembre [sic] á Marzo, ambos inclusive, y de las seis en los meses de Abril á Octubre”.

La partición del inicio de jornada en dos estaciones se debe a que el Gobierno no podía reglamentar uno válido para todo el año sin caer en un absurdo: una entrada muy anterior al amanecer en invierno, o una entrada muy posterior al amanecer en verano.…  Seguir leyendo »

Solo una variable como el tiempo provoca el error conceptual que se observa en las discusiones horarias actuales: creer que las referencias de medida afectan a la vida. Nadie vincula los atascos o la siniestralidad de tráfico con la referencia kilométrica de la Puerta del Sol. Nadie asocia nuestra capacidad de reconocer la fiebre o el aumento global de la temperatura con usar un termómetro centígrado o uno fahrenheit. Pero los expertos horarios al uso insisten en vincular falazmente la referencia temporal (el huso) con problemas vitales como la conciliación, la falta de sueño, la productividad, la fecundidad, el cáncer, el estrés y el absentismo laboral.…  Seguir leyendo »

Este fin de semana ajustamos los relojes a la hora de verano adelantándolos una hora: a las dos serán las tres. Lo hacemos para mantener la antigua costumbre de adaptar la actividad humana a la duración del día, que es variable a lo largo del año en nuestras latitudes.

En la Antigüedad este proceso de adaptación era natural. Las actividades humanas no se realizaban de la misma forma en el corto día invernal y en el largo día estival. Cómo de diferente eran estas actividades es otra cuestión: no es razonable pensar que en la Edad Media los londinenses durmieran 16 horas en invierno simplemente porque esa era la duración de la noche.…  Seguir leyendo »

El hecho de que en España se emplee la hora de Berlín se ha asociado en los últimos diez años a todo tipo de males. Esta semana se han unido tres más: el doctor Kogevinas nos advierte, indirecta y cautelosamente, de que la hora de Berlín podría provocar cáncer, obesidad y resultados cardiometabólicos. Y a pesar de que él es el experto en salud y en ciclos circadianos nosotros nos atrevemos a decir que está equivocado.

El doctor Kogevinas explica que los seres vivos de la Tierra se han adaptado al ciclo de luz-oscuridad de 24h. No hace falta ser físico para recordar que hay una evidencia científica fortísima de que ese ciclo no se ha alterado en España.…  Seguir leyendo »

La especificidad horaria española no está en el huso adelantado; ocurre lo mismo en una decena de países. Nuestra especificidad radica en la racionalidad de la respuesta: la sociedad española retrasó todos sus hábitos sociales. A una acción le sucedió una reacción igual y de sentido contrario, que anuló la primera.

Este comportamiento es característico en física de los sistemas que llamamos estables. Explica, por sí solo, por qué el huso horario ha pervivido en España desde entonces. Significa que tenemos la hora de Berlín pero seguimos en Greenwich, de donde nunca nos fuimos. Esta característica no supone ni beneficio ni perjuicio alguno para los españoles.…  Seguir leyendo »