Colombia: protejamos la vida de los que siembran
Cuando Andrés era apenas un niño de diez años, su abuelo lo llevó a caminar por la huerta como parte de un rito de iniciación. En un momento, el viejo taita se inclinó ante una piedra volcánica disimulada en medio del maizal, casi cubierta a capricho por los arabescos de una mata de fríjol, y le pidió al niño que le ayudara a moverla. Se pusieron a cavar con las manos hasta que lograron exhumar un pequeño recipiente de barro tapado herméticamente con una totuma. El joven aprendiz de médico tradicional había llegado a la edad indicada para tomar por primera vez la chicha consagrada, la beka sek, que ahora le ofrecía su abuelo.… Seguir leyendo »