Landelino Lavilla

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La expansiva convicción de que sólo la democracia ofrece un principio válido legitimador del poder político no salva por sí las distancias entre su proclamación y su vigencia práctica en los sistemas establecidos. Este hecho provoca un traslado del centro de atención desde la teoría inicial hasta la comprobación de la forma en que toman cuerpo. La aceptación de los principios democráticos, cuando dejan de ser en sí mismos cuestionados, acumula posteriores exigencias dirigidas a la consecución de una democracia participada. Para su valoración es, por tanto, capital el chequeo acerca del rigor con que se reconocen y garantizan las libertades públicas, de la eficacia con la que se proyectan en el conjunto de relaciones propias de un sistema de convivencia política y de su arraigo en los hábitos y comportamientos de los ciudadanos y de los poderes públicos.…  Seguir leyendo »

Todos somos hijos de nuestro tiempo y experimentamos los influjos y hasta la servidumbre de la época en que vivimos. Magnificamos por ello la importancia de nuestra tarea y de la coyuntura en que nos desenvolvemos. Pero los pueblos son señores del tiempo y, para su protagonismo de la historia escrita y por escribir, cada época es un capítulo y cada página un episodio.

Para los españoles de la generación a la que pertenezco y, por supuesto, para mí mismo, la Constitución de 1978 es símbolo del episodio que centra nuestro capítulo en la historia de España.

Los azares de nuestra historia política moderna son bien conocidos.…  Seguir leyendo »

Con estas palabras inició Adolfo Suárez, en la primavera de 1975, la primera conversación que sostuvimos con un serio propósito de intercambiar nuestros respectivos puntos de vista sobre la convicción –ya dato– de que pronto tendría España que afrontar su transformación política cancelando la realidad política decantada tras la Guerra Civil y estableciendo el orden constitucional –el Estado democrático y social de Derecho– en sintonía con el sistema político de los países de nuestro entorno y con alineamiento en el proceso de europeísmo en curso.

En julio de 1976, aquella hipótesis era ya un hecho. «Ya soy presidente», me dijo y, evocando la conversación de un año antes, me pidió la incorporación al Gobierno como ministro de Justicia.…  Seguir leyendo »