Cómo banalizar la corrupción
Cuando el “ínclito” Correa, que se retrata a sí mismo como empresario audaz y listo, devenido en presunto delincuente solo por la fuerza de los hechos y de los negocios fáciles, se propone decir su verdad en la vista oral, esta, como la del Agamenón machadiano, le conforma solo a él. A mí, ciudadano de a pie, porquero nada trascendente, no me convence en absoluto; esperemos que a la Sala tampoco, y al finalizar la causa se hayan fijado las responsabilidades de todos. De los promotores de la corrupción, electos y partidarios; de los empresarios, que pagaban para conseguir ventajas frente a otros empresarios o frente a las Administraciones públicas; y de los empleados públicos, que las consentían y hacían posibles.… Seguir leyendo »