Pasta, más que piel
Hay un fantasma que resurge de vez en cuando en la vieja Europa. No es un fantasma tan alegre como los que cazaba Bill Murray en una película famosa, y tampoco se trata de una versión del deprimido y triste fantasma de Canterville que para Oscar Wilde estaba necesitado de calor humano. El nuevo fantasma es el racismo, el que disimula tras una sábana llena de incultura propia y de odio al otro. El otro, además, es un factor que va en aumento, un emigrante atraído por el espejo de la prosperidad. O un aspirante a refugiado, el que pide auxilio para no ser víctima de las bombas, los gases y las represiones de todo tipo.… Seguir leyendo »