Venga, que era una broma. ¿Se ríen los mapaches?
Era martes, a dos días del de entrega de un texto en el que se suponía que estaba trabajando. De hecho, estaba sentada al ordenador, en la mesa en la que escribo, que es la misma en la que como, porque si María Moliner pudo hacerse un diccionario en su sala no veo qué puede impedirme a mí escribir entre charcos de azúcar. Aunque María Moliner no tenía redes sociales. Y sí una determinación que se ve que a mí me falta. No tardo en minimizar el documento y sucumbir a la luz palpitante de los mensajes de texto. Es mi amigo Luis, que me envía un fragmento de algo que está leyendo.… Seguir leyendo »