Puigdemont y las visitadoras
Cuando Santos Cerdán remejió su cuerpo en el diván de la capitulación en Bruselas, probablemente no se le pasó nada por la cabeza, más allá de la fe ciega de obediencia que profesan los serviles. Aquel hombre que nació en el pueblo navarro de Milagro, a las orillas del río Aragón, se había convertido a los ojos de todo el mundo en un fiel visitador, la culminación existencial de un estudiante de formación profesional que un día descubrió la holganza de dedicarse a la política, entendida esta como el arte de la sumisión personal en compensación de su supervivencia vitalicia.
Ignoro si Santos Cerdán es hombre de grandes o pequeñas lecturas, pero dudo que haya leído Pantaleón y las visitadoras de Vargas Llosa, cuando el personaje principal repele una pregunta con la siguiente frase: "Esto lo organicé por orden superior, como negocio no me interesa.… Seguir leyendo »