
El Paso ha intentado ayudar a los migrantes. Pero son demasiados
La corriente del río Bravo se hacía angosta en el centro de la ciudad, viscosa y color arcilla por las lluvias recientes, fluía a lo largo de orillas de concreto y a través de enramados de flores silvestres, una frontera líquida que marcaba el final —o quizá también el inicio— de Estados Unidos. Era sencillo cruzar el río, incluso para Margelis Polo Negrette, de 9 años, quien cruzó desde México con sus padres, escaló una elevación arenosa y se dirigió a los agentes uniformados de la Patrulla Fronteriza.
Madre e hija llevaban falda y se habían atado el pelo para su llegada.… Seguir leyendo »