Amigo, ¿me regala un Hirst?
Allá en octubre, cuando los titulares de la prensa británica eran todo pesimismo y fatalidad en relación con los recortes en el gasto público, un destacado marchante de Nueva York que atendía a un expositor en la feria de arte Frieze en Londres refunfuñaba sobre el negocio.
Parecía raro, si se piensa que ante él se extendía un mar de cuerpos: una multitud en movimiento de jóvenes veinteañeros modernillos y paseantes de mediana edad (no pocos de ellos tratando de parecer veinteañeros modernillos). Los marchantes charlaban con asesores en arte que recogían información y fotografías para enviarlas a los clientes que pudieran estar interesados en comprar algo ("posiblemente, quizá, ya nos pondremos en contacto con usted, me encanta su material, ¡chao!").… Seguir leyendo »