Románticos malversadores
Hace no tanto todos parecíamos convencidos de que los delitos políticos, como matar indiscriminadamente en un acto terrorista, debían castigarse con penas más elevadas (que otro asesinato agravado no cometido por terroristas, siguiendo el ejemplo) porque lejos de agotarse en el interés más privado del delincuente (el de quien roba, viola o mata por egoísmo, lucro, deseo patológico, por venganza, por ira o para quitarse de encima un problema) implicaban un ataque no sólo a la víctima concreta, no sólo al orden público, sino al ordenamiento, al orden jurídico-político, a la Constitución, a la condición de posibilidad de nuestra convivencia civilizada, entre iguales y en paz.… Seguir leyendo »