Elogio de la templanza
Quizás ninguna época mejor que la estival, orillada, siquiera sea de forma momentánea, la frenética actividad y la perentoria urgencia diaria, para examinar primero, y valorar después, la conducta más singular y propia. Demasiadas veces exageradamente apegada a una rabiosa, instantánea y desaforada actuación, que no pocas ocasiones hace perder la serenidad, el comedimiento y la moderación. Desbordados por un frenesí compulsivo que nos arrastra por los desafortunados derroteros de la ausencia de restricción, de la falta de sosiego y de la pertinente contención. Quizás, porque como apuntaba de forma empírica Cervantes, «tras la tormenta suele la calma venir». Eso sí, abierta la caja de Pandora, y liberados los huracanados truenos de cada uno, siempre pervive la perenne esperanza y el irrenunciable compromiso de la intangible aspiración de mejora personal.… Seguir leyendo »