Pedro González-Trevijano (Continuación)

Las infusiones, ¡quién se lo iba a decir a los botánicos!, se han convertido, desde hace dos siglos, en una impagable referencia simbólica para explicar la aparición de algunas Naciones y el funcionamiento de ciertos Estados. Me estoy refiriendo al té y al café.

Así aconteció, en el caso del té, con el surgimiento de los Estados Unidos. Primero, en los iniciales instantes del levantamiento de las trece colonias contra la metrópoli británica, cuando un grupo de colonos, disfrazados de indios mohawks, arrojaban al agua en el puerto de Boston -corría el mes de diciembre de 1773- un cargamento de té por valor de diez mil libras esterlinas perteneciente a la Compañía Británica de las Indias Occidentales; una conducta que explicitaba un abierto desafío a la política económica del gobierno del Premier Lord North y a la supremacía de la Cámara de las Comunes sobre los territorios del otro lado del Atlántico.…  Seguir leyendo »

El brutal atentado del aeropuerto de Madrid-Barajas truncó la vida de dos humildes inmigrantes ecuatorianos, al tiempo que ha servido para constatar, ¡con más claridad si cabe!, lo que era una realidad desde hace tiempo. Y sino, acérquense a los datos facilitados por el Centro de Investigaciones Sociológicas, unos días antes, donde la ciudadanía -más perspicaz que algunos de sus gobernantes- volvía a situar al terrorismo, ¡por algo será!, en el centro de sus preocupaciones. Un atentado que ha puesto a la luz la falsedad semántica de la sinuosa expresión proceso de paz.

Decía Napoleón Bonaparte que «la alta política no es más que el buen sentido aplicado a las grandes cosas».…  Seguir leyendo »

Corría el mes de abril de 1862, cuando Ferdinand Lassalle pronunciaba en Berlín una conferencia de enorme influencia en el Derecho Constitucional y la Ciencia Política: ¿Qué es una Constitución?. En ella, se reivindicaba un concepto de Constitución real, superador de lo dispuesto en sus meros preceptos escritos. Una noción que iba más allá de los postulados de una encorsetada concepción racional y de un formalismo nominalista. Y así se afirmaba que «las Constituciones escritas no tienen valor, no son duraderas más que cuando dan expresión fiel a los factores de poder imperantes en la realidad social». Pues bien, si realizamos un examen de lo que ha sido el ser y hacer de nuestra Monarquía parlamentaria en estos treinta años de reinado de Don Juan Carlos y de los veintiocho de régimen constitucional —tras la aprobación de la Carta Magna de 1978—, podemos afirmar que ésta se conforma y actúa en la sociedad española de forma real.Yes…  Seguir leyendo »

Hace setenta y cinco años se aprobaba la Constitución de la II República. Era el día 9 de diciembre de 1931, y no habían transcurrido pues ocho meses desde su proclamación -un 14 de abril-, cuando ésta promulgaba su marco constitucional. Antes, el Comité revolucionario, transformado en Gobierno, publicaba un Estatuto jurídico (15 de abril) que adelantaba las directrices de la Constitución, y convocaba elecciones (3 de junio) para designar las futuras Cortes constituyentes. Unas Cortes que, frente a nuestro modelo tradicional de dos Cámaras prefirieron optar, deslumbrados por el espíritu revolucionario francés, por el unicameralismo: «El bicameralismo es retardatario, frustra leyes progresivas y obstaculiza todo avance».…  Seguir leyendo »

El proceso de reforma estatutaria iniciado en Cataluña -aunque cronológicamente el primero fue el de la Comunidad Valenciana, si dejamos fuera el rechazado Plan Ibarretxe- ha abierto la puerta a la inevitable y previsible actuación mimética por parte de la práctica totalidad de nuestras Comunidades Autónomas. De la misma suerte que aconteció en su momento, primero con la extensión de las Autonomías al conjunto del territorio nacional -lo que se denominó a partir de los Acuerdos de julio de 1981 «café para todos»- y, más tarde, al hilo de los Acuerdos de febrero de 1992, sucede ahora. Una actualidad que sigue, por tanto, sin brindar respuesta a un modelo muy descentralizado de distribución territorial del poder político, pero que permanece aún abierto y no hemos sido todavía capaces de estabilizar.…  Seguir leyendo »

La Constitución de Cádiz de 1812 ha pasado por derecho propio a la mejor historia de nuestro constitucionalismo. Un texto que iniciaba nuestra andadura constitucional, consagraba la Nación española como única depositaria de la soberanía, reconocía el principio de separación de poderes -apuntado por Locke y Montesquieu-, plasmaba un cierto catálogo de derechos y libertades de la persona y acogía una noción de representación política nacional más allá de la fragmentada y estamentaria medieval. En suma, una Constitución modernizadora y vertebradora del país. Una Constitución que atisbaba, con inteligencia, los cimientos de un auténtico régimen constitucional.

Pero además de lo reseñado, ¡y que no es poco!,…  Seguir leyendo »

Hace unas semanas la policía noruega recuperaba El Grito, uno de los cuadros más célebres de Edvard Munch, que había sido robado dos años antes de la Nasjonalgalleriet en la ciudad de Oslo. Un lienzo considerado un icono de la modernidad, por lo que explicita de la angustia y desolación del hombre de hoy, tal y como su autor nos relató, recordando las circunstancias de su creación, el año de 1895 al hilo de su viaje a París: «Una noche anduve por un camino. Por debajo de mí estaban la ciudad y los fiordos. Estaba cansado y enfermo. Me quedé mirando el fiordo, el sol se estaba poniendo.…  Seguir leyendo »

La democracia, aseveraba Winston Churchill, «es el menos malo de los sistemas, exceptuando todos los demás». Una democracia, la española, que debe ser objeto de algunas reflexiones, aprovechando el sosiego de estos días de asueto veraniego.

En España -esgrimiría el político británico- la democracia, en estos cerca de treinta años de régimen constitucional -podemos fijar su comienzo en junio de 1977, con ocasión de los primeros comicios democráticos, o, mejor, en diciembre de 1978, al hilo de la aprobación de nuestra Carta Magna-, habría demostrado sobradamente que es no sólo la menos mala, sino la mejor de las formas de gobierno.…  Seguir leyendo »

Vivimos un tiempo en que el Estado, ese omnímodo Minotauro del que hablaba Bertrand de Jouvenel, se encuentra en franco retroceso. Hoy queda poco de aquel lo stato todo poderoso y aguerrido de los siglos XVI y XVII; del Minotauro que habilita la propagación de las ideas liberadoras del hombre durante la Aufklärung (la Ilustración); del Minotauro romántico y expansionista que, encabezado por Napoleón Bonaparte, lleva, a golpe de cañón, las ideas revolucionarias francesas a lo largo de un continente europeo transformado en campo de batalla; del Minotauro nacionalista de un Fichte, Madame de Staël, o Manzini -¡nunca quizás tan floreciente!-…  Seguir leyendo »