Román Gubern

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Ahora sabemos que la emoción imbatible del espectáculo en directo no se limita sólo al fútbol, a la lucha libre y al porno. Cuando un plató de televisión se convierte en un reñidero de gallos políticos, a poco que los agentes implicados tengan el perfil adecuado y lo intenten, garantizan la efusión adrenalínica de su audiencia. Los manuales siempre citan los famosos debates televisivos entre el apuesto y fotogénico John F. Kennedy y el sudoroso Richard M. Nixon en el otoño de 1960. Quienes somos más veteranos y crecimos en la era de la radio recordamos la imprevista derrota en 1948 del republicano Thomas E.…  Seguir leyendo »

Austria es un país católico y apacible, silencioso y ordenado, en el que aparentemente una cálida concordia reina en sus confortables hogares, sobre los que se proyecta la alargada e impalpable sombra de Sigmund Freud. Con el caso de Natasha Kampush descubrimos hace dos años que esta apacible apariencia podía esconder en algún rincón ciertas lacras inconfesables, que demostraban la pervivencia en la sociedad posmoderna del mito del dragón y de la princesa cautiva en su cueva. Con el caso del electricista Josef Fritzl se ha producido un salto cualitativo, pues el dragón ya no es sólo un carcelero de la princesa humillada y violada, sino su padre.…  Seguir leyendo »

El diario EL PAÍS me pide que explique a sus lectores por qué no gustan las películas españolas. Esta formulación reduccionista me invita a una reflexión sobre el actual mercado cinematográfico, que realizaré en ocho estampas:

1. La Unión Europea alberga sólo cinco potencias audiovisuales relevantes -Francia, Reino Unido, España, Alemania e Italia-, por lo que la ponderación ha de hacerse de modo comparativo. Desde que Volver a empezar (1982), de Garci, recibió un Oscar a la mejor producción de habla no inglesa, España ha recibido este galardón más veces que Alemania, Francia o Italia, otorgado a Belle époque, Todo sobre mi madre y Mar adentro.…  Seguir leyendo »

Hollywood fue siempre seguidista en relación con las consignas de la Casa Blanca, pues incluso cuando hizo películas progresistas durante la Depresión, las hizo siguiendo las directrices del New Deal de Roosevelt. En 1980 fue capaz de convertir a un actor tan mediocre como Ronald Reagan en presidente de la nación. No sólo eso, sino que Reagan rescató el título de una exitosa película de George Lucas, La guerra de las galaxias (1977), para bautizar una gigantesca fabulación bélico-espacial que tumbó financieramente a la Unión Soviética, que ya dedicaba la mayor parte del presupuesto nacional a gastos militares.

Esta sintonía entre Washington y Hollywood se reforzó tras el 11 de septiembre de 2001, a raíz del viaje que dos meses después efectuó a Hollywood Karl Rove, máximo asesor y estratega del presidente Bush, para entrevistarse con la cúpula de la industria del entretenimiento e impartir las consignas requeridas por los atentados terroristas y sus efectos en el imaginario y las conciencias de sus conciudadanos.…  Seguir leyendo »

Es sabido que la intolerancia de la autocensura de Hollywood ha sido siempre altamente selectiva. Según sus criterios, el sexo es más peligroso que la violencia, y durante muchos años un desnudo ha resultado para ella más nefando que un asesinato a sangre fría. Y si un comunista no podía ser simpático, un agente del FBI no podía aparecer en cambio como un antipático agente corrupto. La evolución de las costumbres y la feroz competencia en el sector audiovisual han obligado a ir modificando paulatinamente estos criterios, aunque todavía la sexualidad heterodoxa de muchas pe- lículas de Almodóvar, o algunos atrevimientos de Bertolucci, han estado a punto de arrinconar sus pelí- culas a las salas X de aquel país.…  Seguir leyendo »

Desde hace algún tiempo, el ensordecedor griterío que se ha alzado en nuestro reñidero nacional parece haber alcanzado una dimensión patológica y difícilmente soportable. No reconozco, en los países de nuestro entorno, ningún caso que se parezca al que aquí padecemos, por muy sensacionalistas que sean los tabloides británicos o alemanes, o muy vocingleros ciertos programas audiovisuales italianos. Y eso ocurre en un país en el que la cuarta parte de la población confiesa no leer nunca periódicos y sin entrar en matices acerca de si los restantes se limitan a la prensa deportiva o a la crónica de sucesos. ¿Cómo ha podido llegarse a esta situación tan anómala y degradante en una democracia?…  Seguir leyendo »

En un momento en que ya es posible ver mensajes televisivos a través del teléfono móvil, el voluminoso electrodoméstico audiovisual que obligó a reorganizar la topografía de nuestras salas, para encarar una "chimenea electrónica" de cuya luz fría emanaban relatos sin fin, se asocia al lejano protodesarrollismo franquista.

Más de la mitad de los españoles ya no puede recordar cuándo entró aquel mueble en casa, pues nacieron cuando ya estaba entronizado como altar doméstico, aunque ahora se ha banalizado con pequeños aparatos individuales en dormitorios y cocina, perdiendo aquella función cohesiva que tenía como chimenea hogareña para toda la familia, aunque mantenga todavía la de adoctrinador preescolar para los bebés.…  Seguir leyendo »