La arcilla de nuestros sueños
La última vez que disfruté de un discurso, apasionado y erudito, de Mario Vargas Llosa fue en París. Lo dijo en francés. Tuvo lugar en La Coupole, la sede de la Académie Française. Llevaba el uniforme reglamentario y ceñía una espada toledana, modelo Excalibur; nunca le agradecí bastante que hiciera inscribir mi nombre, como padrino de la ceremonia, en una de las caras de su hoja. Elogió al anterior titular de la medalla número 18, Michel Serres. Después recordó la influencia que los autores franceses habían tenido en su obra. Mencionó el impacto de 'Los Miserables' de Víctor Hugo, a Balzac, Stendhal y Zola, e incluso recordó a los grandes folletinistas, como Alejandro Dumas.… Seguir leyendo »