
Una indigestión de mentiras
Si quisiera escribir una tribuna épica, deslizaría que la tormenta desatada contra Irene Montero es producto de la hibris. Los dioses se estarían vengando por la desmesura de las pasiones de la ministra y su loco propósito de acabar con males milenarios. Pero solo estaría añadiendo una mentira más y estoy ahíto. No me cabe una más sobre este desgraciado asunto. De hecho, lo mejor que puede hacer la sociedad española es vomitarlas todas, no sea que muramos, como los personajes de La Grande Bouffe, entre ventosidades.
El mismo día de la sentencia de La Manada, luego corregida por el Tribunal Supremo, y sin tiempo para leer sus cientos de páginas, comenzó una marea irracional que cristalizó en eslóganes vociferados: el sistema no estaba pensado para proteger a las mujeres; no había castigo si no era todo violación; el consentimiento tenía que estar en el centro.… Seguir leyendo »