Vicente Luis Mora

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La primera vez que vi la publicidad me pareció escalofriante. Luego sospeché estar ante una broma sofisticada: un intento de llamar la atención mediante un vídeo que pareciese un anuncio, sin serlo. Así que buceé en la página de la empresa en Instagram, porque ya no podemos fiarnos ni de lo que vemos, entre los deepfakes y las ironías rebuscadas. Por desgracia, lo que había contemplado no era ninguna broma. Una marca alemana fabrica unas cabinas verticales parecidas a las antiguas de teléfonos, pero más angostas, con una mesita y una silla alta en su interior. En realidad, lo que se vende es la insonorización; es decir, son silenciosos y diminutos espacios de trabajo insertables dentro de espacios de trabajo mayores.…  Seguir leyendo »

Capturas de varias imágenes subidas a Instagram con filtros.

Pensemos en el señor Delouit. El señor Delouit se registró en un hotel y pidió al recepcionista que le repitiera su número de habitación cada vez que entrase diciendo su apellido. El recepcionista asintió y Deluit subió a su cuarto. “Un minuto más tarde, un hombre extraordinariamente agitado, con la ropa cubierta de barro, ensangrentado y casi sin aspecto humano, se dirige al conserje:

—Señor Delouit.

—¿Cómo que señor Delouit? Basta de bromas. El señor Delouit acaba de subir.

—Perdone, soy yo… Me he caído por la ventana. ¿Cuál es el número de mi habitación, por favor?”. André Breton recoge en Nadja esta historia, que acaso esconda una enseñanza: somos quienes decimos ser.…  Seguir leyendo »

Al leer Ronchamp, del arquitecto Rafael Moneo, dedicado a la capilla homónima de Le Corbusier, recuerdo cómo llegó ese singular edificio a mi vida, quebrando mis limitadas concepciones sobre arquitectura. Tendría 10 años, y mi profesora de EGB en Palma del Río, Belén Liso, viendo que me gustaba leer, me prestó libros, entre ellos uno titulado Las nuevas maravillas del mundo. Por más vueltas que he dado en librerías de viejo y portales en línea, donde abundan libros homónimos o parecidos, no he sido capaz de encontrar aquella edición. En ella apareció bruscamente Ronchamp como un edificio extraterrestre. Pensé que era un templo de otro mundo, pero en realidad era un hito de otro tiempo, una contemporaneidad estética a la que yo aún no había llegado.…  Seguir leyendo »

Un hombre camina ante un mural dedicado al coronavirus, el jueves en Bombay.Rafiq Maqbool (AP)

Hemos odiado mucho en los dos últimos años, quizá demasiado. Hemos aborrecido con soltura y derroche, a ratos con vulgaridad y a veces con estilo, colmados de tirria pandémica, agotadoramente. Pero nuestra antipatía se ha caracterizado por una cualidad peculiar, que no la salvaba, por supuesto, pero al menos la distinguía, singularizándola frente a enconos o aversiones anteriores. El nuestro, durante estos dos años de penuria epidemiológica, ha sido un odio romántico.

La gente ha odiado sin tasa estos dos años porque ha tenido menos espacio y más tiempo. El confinamiento doméstico, el teletrabajo, los desgraciados pero salvíficos expedientes de regulación temporal de empleo, las restricciones a las salidas, las horas prontas de cierre o el simple miedo al contagio nos han recluido en casa, infinitamente aburridos durante horas eternas.…  Seguir leyendo »