Bueno, bien, ¿no?
Aunque soy lector algo tardío, nunca he olvidado mis lecturas infantiles, esas que repetíamos en el aula para mejorar la comprensión y vocalización, una y otra vez, casi hasta memorizar. De muchas de ellas conservo su moraleja, que también tardé tiempo en darme cuenta qué significaba eso. Quizás la que más retengo y mejor entendí ya de chico fue una que trataba sobre un duelo de imitadores.
Resulta que, a finales del XIX, cuando no era inusual del todo lucir una capa casi a diario, un forastero llegó a un pueblo castellano presumiendo de ser el mejor imitador de animales del mundo.… Seguir leyendo »