Autoría de la trama de corrupción

En ocasiones, para los que no andan muy versados en el lenguaje de la política oficial, conviene echar mano de la gramática para aclarar el sentido de las palabras. Repite constantemente Rajoy –y no han dejado de repetirlo cuantos le obedecen–: «Esta no es una trama del PP, sino contra el PP».

Sin embargo, es claro que la trama de corrupción es del PP (del, genitivo, que indica ser propiedad suya, en cuanto se genera y desarrolla en personas pertenecientes a esa agrupación política, que siguen su ideología y se organizan para conseguir un mismo fin y causa) y no contra el PP (contra, adversativa, en oposición y fuera de él).

La tela sociopolítica de esta trama está tejida con la actuación de ciudadanos afiliados al PP y se los halla en diversos escalones de organismos y administraciones municipales y autonómicas suyas. Estos ciudadanos tienen nombre y apellido y han sido nombrados para esos cargos por autoridades de ese partido y según sus normas internas.

El PP, como tal, no es sujeto moral individual de nada y no se le puede reclamar directamente por haber aceptado sobornos, favores, prebendas, contratos, adjudicaciones, etcétera, y ser citado y juzgado en los tribunales. Ese es un sujeto abstracto, al que no se puede identificar con la actuación y responsabilidad moral de sus afiliados. Los inscritos en el PP obran por cuenta propia, y deben responder individualmente por el cumplimiento o incumplimiento del programa y reglamento del PP. Pero el Partido Popular tiene dirigentes que tienen que ver con la responsabilidad de sus afiliados, en la medida en que son nombrados y avalados por ellos para desempeñar determinados cargos, misiones o actividades relacionados con el partido.

En ese sentido, la trama es del PP en cuanto alcanza a sujetos concretos que pertenecen a él y han sido admitidos en él y respaldados en determinados casos para tareas del partido. Proclamar entonces que la trama de corrupción es contra el PP y no del PP es, jurídicamente, una banalidad y una mentira. Ha habido empresas y empresarios –el señor Francisco Correa, al parecer, a la cabeza de todos– que han recibido de socios relevantes del PP, sin concurso ni publicidad, concesión de suelos, contratos, viviendas, hospitales, laboratorios, oficinas, vídeos, pabellones, visita del Papa, premios de fórmula 1, actos electorales del PP, servicios de limpieza, estands en las ferias, etcétera. Y, a su vez, ellos han recompensado este trato de favor con dádivas, regalos, viajes, dinero, mucho dinero, a esos miembros del PP.

Estos socios y seguidores del Partido Popular, presuntamente culpables, aparecen en los medios con nombre y apellido y no es difícil entresacar de lo escrito en esos mismos medios un amplio listado: alcaldes, consejeros, diputados, parlamentarios.

La trama invita a analizar la reacción-respuesta que ha dado y orquestado el PP : «Nadie jamás financió al PP, nunca el PP ha recibido un euro de nadie», «podemos presumir de transparencia», «podemos caminar orgullosos, con la cabeza bien alta», «esta es una campaña clarísima contra el PP, una campaña múltiple de acoso y desprestigio», «pretenden con ello tapar el paro y la recesión y encubrir con basura las propuestas del PP», «nadie podrá demostrar que ellos no son inocentes», «quieren evitar una alternativa al peor gobierno de la democracia», «el PP destituye a quien haya que hacerlo, y no lo hace el PSOE, que no admite responsabilidades políticas», «el ministro de Justicia y el juez Garzón deben dimitir por haber concertado una caza conspirativa», «el presidente del Gobierno, de no imponerles la dimisión, se convierte en responsable y avalista de sus cacerías», etcétera.

Indicios, pruebas y testimonios dan base más que suficiente para concluir que la trama de corrupción es una trama de gente del PP y, directa o indirectamente, de algunos de sus dirigentes. Nadie se ha inventado lo que esos presuntos corruptos han hecho. Las instituciones de nuestra democracia, con sus responsables correspondientes, han abierto procesos y están tratando de verificar datos y fijar responsabilidades.

¿Qué pretende entonces la confusión propalada de que el PP nunca ha recibido una financiación de nadie? ¿Qué el intento sistemático de negar los hechos, presentarlos como bulo y conspiración y defenderse atacando a destiempo y sin argumentos al PSOE y a los medios, a la fiscalía, a la policía, etcétera? ¿Acaso da a entender con esta estrategia el PP que habría que implantar, en un Estado de derecho, la práctica del ocultamiento y de la impunidad y darla como buena?

Tendrá en su momento la palabra la ciudadanía. Pero –¡lo que es la adhesión incondicional a un partido!– una buena parte seguirá, pese a todo, defendiendo al PP en estos hechos. La adhesión al partido es premisa indiscutible para ciegos seguidores y no dudan en sobreponer la mentira a la verdad.

Habrá que seguir, pues, exorcizando esta lamentable ceguera de nuestro maniqueísmo político, hasta lograr defender lo que es justo por encima de tentaciones partidistas.

Benjamín Forcano, sacerdote y teólogo.