Ayudemos a las heroínas que luchan contra la polio

El mes pasado, gobiernos de todo el mundo y otros donantes prometieron 1200 millones de dólares para ayudar a completar una lucha que ya lleva treinta años contra la poliomielitis. En su peor momento, la epidemia de polio llegó a causar 350 000 casos de parálisis infantil al año. Pero el año pasado sólo se informó de 37 casos, y en lo que va de este año, el número se mantiene en seis.

Por más impresionantes que sean estos avances, la victoria contra la polio todavía no está asegurada. Y hay un factor que será determinante para el éxito: las mujeres vacunadoras.

Las mujeres llevan mucho tiempo en la vanguardia de la lucha mundial contra la polio. En lugares como las zonas tribales de Pakistán, es común que no se permita el ingreso de vacunadores varones desconocidos a las casas; pero las trabajadoras sanitarias pueden entrar a dar la vacuna contra la polio, y otras, a niños vulnerables y ofrecer otros servicios sanitarios básicos.

En 2015 viajé a la vecina India para participar en una campaña nacional de vacunación, junto con un grupo sanitario integrado exclusivamente por mujeres, al que se asignó la misión de administrar la vacuna contra la polio a niños en una barriada pobre de Nueva Delhi. Me tocó acompañar a una trabajadora sanitaria local, Deepika; lo hice con muletas, porque yo misma tengo parálisis como consecuencia de la polio.

Nos abrimos camino por atestados y polvorientos callejones, y al llegar frente a una casa, una mujer a quien Deepika conocía bien, madre de tres niños, nos invitó a entrar. Dentro Deepika se quedó mirando, y al ver que sólo estaban dos de los hijos, dijo: “Aquí falta alguien”. La madre respondió que el mayor se había ido a otro pueblo. Deepika lo anotó en una libreta y se comprometió a volver; vacunó a los otros chicos, y seguimos la recorrida. Un solo niño que quede sin vacunar es demasiado.

En los lugares donde la polio aún persiste (Pakistán, Afganistán y Nigeria), vacunadoras como Deepika trabajan sin descanso para llegar a cada niño. Esta “última milla” en la campaña global para erradicar la polio es la más difícil. Según un informe publicado en junio de 2017 por el consejo supervisor independiente de la Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio, todavía hay más de un millón de niños sin vacunar, de los que 858 000 están en Pakistán.

Los niños paquistaníes más inaccesibles son aquellos que viajan, visitando a diversos parientes mientras sus familias buscan una vida mejor, lo que a menudo implica cruzar la frontera con Afganistán. Algunos de estos niños reciben la vacuna en puestos de frontera, pero muchos no.

Por eso el consejo supervisor propuso adoptar una estrategia distinta: no buscar a los niños en tránsito, sino allí donde residan, por corta que sea su estadía. Esto demanda un profundo conocimiento local, para poder prever cuándo regresará un niño al pueblo y enviar entonces a una vacunadora. ¿Y quiénes pueden estar mejor informadas al respecto que las mujeres de las comunidades necesitadas de este servicio?

En el distrito paquistaní de Kohat, al sur de Peshawar, las vacunadoras han ayudado a reducir la cantidad de niños sin vacunar de 30 000 a 22 000, y la cantidad de rechazos a las vacunas de unos 4000 a 400. Estas valientes y esforzadas mujeres hacen su trabajo enfrentando grandes obstáculos que incluyen la falta de seguridad para ellas mismas. Una trabajadora sanitaria contó que hace dieciséis años va de puerta en puerta para vacunar a niños contra la polio. Su familia le ruega que deje, pero ella sigue, alentada por el hecho de que en la zona donde vive no hay un solo caso de parálisis infantil hace años.

Pero en Quetta, el lugar de Pakistán con más niños vulnerables, hay escasez de vacunadoras y su tasa de rotación es alta. En esa zona la cantidad de casos de polio confirmados está en aumento.

Las dos ciudades nos muestran cómo funciona el combate a la polio: el éxito o el fracaso dependen de las vacunadoras. Para mantenerlas en esta lucha, es esencial allanarles los obstáculos que enfrentan, como la inseguridad personal, las restricciones sociales o la poca remuneración.

No olvidemos que estas mujeres corren grandes riesgos para proteger a todos de una enfermedad que ha tenido un inmenso costo sanitario mundial. Como sobreviviente de la polio, no me cabe en la cabeza que podamos darle una oportunidad de regresar ahora que estamos tan cerca de erradicarla por completo.

Desde que en 2014 la UNICEF comenzó a priorizar la contratación de mujeres para su programa de erradicación de la polio, la cantidad de vacunadoras creció en forma impresionante. Casi el 62% de quienes administran la vacuna en Nigeria son mujeres; porcentaje que en Pakistán es 58% y en Afganistán, 30%. Como señaló Aidan O’Leary, coordinador para UNICEF de la campaña contra la polio en Pakistán: “nuestras vacunadoras son las que están impulsando todo el avance operativo que hemos logrado”.

Es verdad que en esta lucha global hay otras personas involucradas además de las vacunadoras. Líderes religiosos y locales han tenido un papel fundamental en promover la comprensión y la participación de la gente, y en ocasiones, las vacunadoras necesitan que las proteja personal policial y militar. Y por supuesto, la campaña no hubiera tenido continuidad sin compromiso político en los niveles más altos.

Pero en última instancia, las mujeres de las comunidades interesadas conocen el terreno como nadie y son las mejor preparadas para cumplir la tarea. Completar la última milla demandará creatividad y tenacidad, y el apoyo de gobiernos y donantes a estas mujeres que nos ayudarán a cruzar la línea de llegada, hacia un mundo en el que nunca más enferme un solo niño de polio.

Minda Dentler, a 2017 Aspen New Voices fellow, is a polio survivor and a global health advocate. In 2013, she became the first female wheelchair athlete to complete the Ironman World Championship in Kona, Hawaii. Traducción: Esteban Flamini.

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