Ayuso: las claves del éxito

Isabel Díaz Ayuso ha ganado con rotundidad las elecciones en la Comunidad de Madrid. La izquierda sigue preguntándose cómo ha sido posible; cómo han votado los madrileños a una candidatura y un partido fascistas, insolidarios, antiecológicos, machistas, protectores de las grandes fortunas, defensores de las multinacionales, franquistas, corruptos; ¡¿cómo han podido ser los madrileños tan estúpidos y tan fachas tras lo que califican como «26 años infernales» de gobiernos del Partido Popular?!

El anterior párrafo concentra todos los factores que explican tanto la naturaleza de la actual izquierda española como su fracaso en Madrid. Dichos factores son, sintéticamente, dos: la hiper-ideologización e hiper-moralización, y el desprecio de la realidad y de los ciudadanos (merced a la subestimación de su inteligencia). Ambos factores están relacionados.

La campaña que ha hecho la izquierda en Madrid ha privilegiado los argumentos ideológicos y morales. Ello no es ni anecdótico ni casual; es una seña de la identidad de la izquierda (especialmente, la actual) que es, ante todo, una ideología religiosa y moralizadora. Tras haber sido superadas por la ciencia sus propuestas económicas, ya sólo le queda como seña identitaria el recurso a objetivos y argumentos ideológicos y morales. Reclama para sí el monopolio (y la definición) de la agenda moral de nuestro tiempo y, en esta medida, atribuye a la derecha su rechazo. Se ha atribuido la exclusividad del feminismo, de la protección del medio ambiente, del antirracismo, de la lucha por la igualdad, de la defensa de la libertad sexual o de los derechos de las minorías. Y cualquier reivindicación en estos ámbitos por parte de la derecha la considera hipócrita. Sus demandas van acompañadas de una retórica moralizadora que apela a sentimientos e ideales nobles (igualdad, solidaridad, fraternidad). Pero dicha retórica es, bajo su apariencia de inofensiva e incuestionable bondad universal (y precisamente por ello), una estrategia demagógica de negación de la legitimidad de los argumentos del adversario político. En efecto, ¿quién puede estar en contra de dichos ideales?

La auto-presentación y auto-reducción de la izquierda a religión moralizadora van coherentemente acompañadas de la demonización del adversario. Es la lógica propia de toda religión. La prueba y la consecuencia de tal retórica es el guerracivilismo. Si en un lugar opera el bien inmaculado y en el otro el mal absoluto estamos obligados moralmente a luchar contra ese mal. Es la alerta antifascista. No es extraño, entonces, que miembros de los cuerpos de seguridad de Podemos se conviertan en fuerzas de choque de esa resistencia. La radicalización del discurso se lanza contra el adversario: quien no admite el bien es, por definición, parte del mal. Su existencia crispa, rompe la convivencia. Sus votantes son malos, estúpidos o ambas cosas; fachas, al fin. En coherencia, las victorias electorales de la derecha se deslegitiman. Prueba de ello son las manifestaciones que convocó en Andalucía en 2019 tras la victoria de Moreno Bonilla.

Al igual que toda religión, la izquierda se instala en el aseado y confortable mundo de los sentimientos y desprecia los requerimientos de la realidad, que es demasiado sucia e inmoral para ella. La izquierda se ha permitido despreciar los avisos de Bruselas sobre la necesidad de estabilidad presupuestaria, las advertencias del Banco de España relativas a la viabilidad del sistema de pensiones o los consejos de expertos y organismos internacionales de no aumentar la presión fiscal.

Frente a esta estrategia, ¿qué ha ofrecido Díaz Ayuso? ¿Qué ha propuesto la candidatura ganadora? Tres han sido los pilares de su campaña: gestión, valentía e ilusión. El primero es que ha sabido situarse como parte de una larga tradición de gobiernos populares que han transformado la Comunidad de Madrid para convertirla en el motor del crecimiento económico de España, la capital cultural del país y una gran ciudad europea. Ha desbancado a Barcelona en todos esos aspectos cruciales, convirtiéndose en una región que atrae el talento y la inversión. Su divisa, la libertad. Y todo ello manteniendo un firme compromiso de solidaridad con el conjunto de España. Los estudios de opinión pública recogen que los ciudadanos creen que el PP gestiona mejor la economía; Madrid sería una buena prueba de ello. Y Díaz Ayuso ha dejado claro que ella no va a hacer nada diferente de lo que han venido haciendo los gobiernos populares allí donde gobiernan.

Mientras tanto, la izquierda se permite demonizar a la derecha achacándole la supuesta defensa de las grandes fortunas y de la impunidad fiscal de las multinacionales. Sobra decir que, al margen de que la instalación de dichas multinacionales no se circunscribe ni a Madrid ni a España, la misma no implica ningún tipo de favorecimiento fiscal; en España el impuesto de sociedades es del 25 %, lo que lo hace superior a la media de la UE, donde se sitúa en el 21,77 %.

El segundo pilar de su triunfo ha sido una gestión de la pandemia valiente e independiente. Era arriesgado optar por compatibilizar la lucha contra la pandemia con la libertad económica. En Madrid, y pese a las campañas de demonización, las cifras sanitarias no han sido peores que en Cataluña, Valencia, País Vasco o Navarra, por ejemplo, y los resultados en el empleo son excelentes. La última EPA indica que Madrid ha recuperado el 70% del empleo perdido tras la pandemia mientras que la media de España es de un 44%. Además, los sectarios y absurdos ataques al Zendal se han vuelto como un boomerang contra sus promotores. No se puede defender la sanidad pública y atacar la puesta en marcha de un nuevo hospital centrado en la lucha contra la pandemia.

Por último, acostumbrados a líderes de la derecha fríos o grises, la figura de Díaz Ayuso, reforzada por Martínez Almeida, despierta pasión. Ha sabido sobreponerse a la lluvia de insultos que le ha caído desde el principio. Se ha situado con gallardía frente a ellos. Ha sorteado las múltiples trampas de un Ciudadanos permanentemente desleal. Se ha enfrentado a un Gobierno de España que ha intentado desacreditar y torpedear su trabajo. Y no sólo los madrileños, la inmensa mayoría del centroderecha español ha reconocido todo esto. La consecuencia de ello, el tercer pilar del éxito de Ayuso, es que ha despertado ilusión. Ayuso ha ofrecido a los madrileños unas señas propias, un orgullo especial: la identificación de Madrid con un espacio de libertad. Frente a una izquierda que fractura la sociedad entre múltiples identidades enfrentadas, y un nacionalismo excluyente y cada día más provinciano, Ayuso representa la idea de una ciudadanía abierta, libre e igual. Por ello los madrileños la han votado en masa.

Alfonso Galindo Hervás y Enrique Ujaldón son filósofos y autores de La cultura política liberal (Tecnos).

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