Balance de la política exterior en 2021

1. Para un observador imparcial la política exterior de España se cierra en 2021 con un balance menguante. El país, en palabras de Felipe González, está cada vez más «catetizado»: no interesa la política exterior, ni da votos, ni últimamente hemos colocado a nadie de altura en posiciones de influencia internacional. La revista Time en septiembre del año pasado, no recogía ningún español entre las 100 personalidades más relevantes del año, ya fueran iconos, innovadores, artistas, líderes o pioneros.

Ha sido un año sin que España haya tomado iniciativas de política exterior, con reuniones rutinarias del presidente del Gobierno al Consejo Europeo o al Grupo de los 20 (a las que asistimos en calidad de invitados).

2. ¿Cuáles han sido los logros más importantes en este 2021 marcado por la covid? A mi juicio, han sido, por un lado, obtener un número suficiente de vacunas gracias a la Unión Europea, y asegurar, por ahora, los 140 mil millones del maná europeo necesario para la superación de la pandemia. Aunque si España sigue poniendo la mano en Europa, pronto llegará el momento en el que se nos exigirá el kennediano: «No lo que la Unión Europea pueda hacer por nosotros, sino lo que España pueda hacer por la Unión Europea». Por otro lado es de señalar la «reconciliación» esbozada por la izquierda española con el catolicismo (viaje de la vicepresidenta Yolanda Díaz a Roma), que va en sentido contrario a la aprobación de una ley de educación que ataca a la concertada y por las constantes críticas y burlas al cristianismo en los medios oficiales y oficiosos.

3. En el departamento de Exteriores hubo cambio de titularidad: Arancha González se fue tras la crisis producida con Marruecos por la acogida de Ghali y llegó Manuel Albares, íntimo colaborador del presidente del Gobierno. El cambio es en principio a mejor, pero la situación interna condiciona una política exterior poco coherente y el Gobierno sigue reflejando sectarismo con nombramientos políticos dentro y fuera del Ministerio (p.e.: el de la exministra Celáa como embajadora ante el Vaticano) que parecen indicar la poca consideración que le merecen los profesionales de la carrera diplomática.

4. La brusca salida de Afganistán en agosto, con los otros aliados, supuso la penosa tarea de sacar a nuestros connacionales y a los afganos colaboradores a toda prisa, de forma inesperada. Labor meritoria en la que una vez más el Gobierno cayó en un excesivo triunfalismo. Lo malo del triunfalismo es que las «victorias sucesivas» pueden llevar a la derrota final por falta de realismo. Y «glorificar» una retirada es un ejercicio bastante vacío.

Con nuestros vecinos del norte de África tampoco mejoraron las relaciones: Argelia anunció el cierre de un gaseoducto que discurría por Marruecos, y este país nos envió una sorprendente invasión infantil a Ceuta, remedo de la Marcha Verde, con absoluto desprecio de la soberanía española. Persiste el riesgo de que en cualquier momento se repita la jugada. Prueba de que la crisis no está cerrada es que la embajadora marroquí no se ha reincorporado a su puesto en Madrid.

5. Con los Estados Unidos pocos avances, varios tropiezos. Es verdad que el presidente Biden finalmente se dignó a llamar a Sánchez, tras la marcha de Afganistán, pero el mandatario norteamericano no ha desmentido el reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara que formuló Trump y ha sacado, sin previa consulta, una unidad de operaciones especiales de la Base de Morón.

6. En Iberoamérica, España carece de una política definida y la consecuencia es que nos han perdido el respeto y recibimos frecuentes ataques verbales de los regímenes populistas de presidentes como AMLO, Ortega o Maduro (lo mejor de cada casa). El año se cierra con la victoria del candidato izquierdista en Chile, lo que confirma la decadencia de la democracia liberal al otro lado del Atlántico.

7. España sigue bastante desaparecida en Asia y las relaciones se han resentido mucho con la supresión (o descenso) de los vuelos que nos conectan con esa región del mundo como consecuencia de la covid. Otro tanto ocurre con el Pacífico, región en la que España históricamente, como dice el profesor Tamames ( «La mitad del mundo que fue de España» ), tuvo una acusada presencia reflejada aún hoy en los patronímicos locales.

En conjunto, una política exterior en 2021 más que mejorable, condicionada por cinco elementos negativos de política interna: la delicada situación económica del país, la debilidad española en materia de Defensa, la propaganda negativa de los separatismos, la desconfianza que inspira en Occidente un Gobierno en coalición con el partido comunista y una actuación de la Presidencia del Gobierno que tiende a arrebatar competencias al Ministerio de Asuntos Exteriores y a realizar un férreo marcaje a los desplazamientos del Rey al extranjero.

Gonzalo Ortiz es embajador de España.

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