Balance de la revolución chilena

Tras cumplirse ya casi tres meses desde que un grupo coordinado de delincuentes, apoyados probadamente desde Venezuela y Cuba, iniciaran sus acciones terroristas contra el Metro de Santiago, es posible sacar algunas conclusiones acerca de los resultados de la reciente revolución. Algunos de estos efectos en la sociedad chilena, son los siguientes: 1. Chile es aproximadamente un 20 por ciento más pobre que antes del 18 de octubre de 2019. Las cifras podrán discutirse, pero a este valor se puede arribar si consideramos las caídas en el precio de las acciones, la destrucción física de las estaciones del Metro, los daños a comisarías de carabineros, daños a infraestructura pública y privada, recursos adicionales del fisco que se han tenido que reasignar, efectos en el empleo, costo del nuevo proceso constituyente, efectos en el valor del peso chileno, caída abrupta en el valor de los activos inmobiliarios urbanos y rurales, disminución de la inversión extranjera, cancelación de proyectos varios, daños al turismo y a la industria gastronómica. Debemos agregar los efectos en las pymes, dramática caída en las ventas, pérdidas de trabajos por desplome en las expectativas etcétera.

2. Aumento de la desigualdad. Si los vándalos pretendían un país menos desigual, este no lo será, ni en el corto ni el mediano plazo.

3. Aumento en la desconfianza y la tolerancia entre los chilenos. Si se pretendía que los chilenos fueran más unidos y solidarios, definitivamente esto no se ha conseguido, muy por el contrario.

4. Pérdida del respeto a la autoridad constituida, llámese presidente de la república, parlamentarios, jueces, fuerzas armadas y carabineros.

5. Destrucción de iglesias, monumentos, edificios patrimoniales y símbolos patrios. Estos daños no se pueden valorizar en dinero, pero constituyen un golpe irreparable a la sociedad y al alma de Chile.

6. Daño feroz a la imagen internacional de Chile, lo que ha generado efectos impredecibles en futuros tratados internacionales, acceso a programas de visas, costo de los créditos, turismo e influencia del país en temas globales.

7. Chile pasó a ser un país más inseguro.

8. Agudización del conflicto mapuche en la Araucanía, el cual retoma protagonismo de manera violenta.

9. Inundación de pornografía, grafitis ofensivos, insultos y agresiones sin límite entre ciudadanos a través de redes sociales.

10. Los más pobres y la clase media han tenido que sufrir el caos en el transporte público, en las atenciones de salud, en su libertad de desplazamiento, en la interrupción de las clases en los colegios y universidades y en la suspensión de diversas actividades.

11. Chile tuvo que dejar de ser anfitrión de cumbre de la APEC, COP 25 y diversos seminarios y congresos que estaban programados en los dos meses posteriores al inicio de la revolución, los cuales incluían a miles y miles de visitantes extranjeros.

12. Finalmente no se pudo desarrollar la liga de fútbol local, Triatlón de Pucón, vuelta ciclística al Lago Llanquihue y otra decena de eventos deportivos de alto nivel.

En el intertanto y mientras algunos vándalos continúan quemando, robando y destruyendo, las autoridades políticas, judiciales y legislativas siguen «dialogando». Es tan grande el temor que tienen las autoridades chilenas a los organismos «defensores» de derechos humanos, que le han disminuido la mayoría de las atribuciones defensivas a la policía. Muchos organismos dependientes de Naciones Unidas y otros de probada tendencia progre, han acusado a la Policía de reprimir con extrema fuerza a los delincuentes, saqueadores y terroristas. Siempre en estas revueltas, suceden hechos que idealmente sería mejor que no sucediesen, pero lo concreto es que los delincuentes son tratados como víctimas y la policía como culpable de represión.

Lo que sí ha quedado claro, es que al menos en Chile, cierta prensa escrita y muy especialmente, la televisión, han demostrado su complicidad con los vándalos, justificando acciones delictuales originadas por la «desigualdad» y los abusos de empresarios inescrupulosos. Es efectivo que en Chile hubo casos reprochables en algunos rubros de la economía y que en contados casos esos abusos aún se manifiestan, pero jamás podrían dar pie a justificar la destrucción de uno de los sistemas de transporte más eficientes del mundo, como lo es el metro de Santiago de Chile.

La presión de políticos de oposición, han forzado al Gobierno a ir adelante con un nuevo proceso constituyente, el cual se inicia con un plebiscito ya programado para el día 26 de abril de 2020. El progreso de Chile dependerá de la capacidad que tenga el presidente Piñera y su renovado gabinete para lograr que retorne la normalidad a las calles, a las empresas y a la sociedad en general. Lo sucedido, no es ni el primero ni el último atentado a la democracia chilena. Dios guarde y bendiga a Chile.

Andrés Montero J. es empresario y columnista chileno.

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